¿Se puede medir como han pretendido varios científicos? Estos intentos por cuantificarla han tenido una intención discriminatoria, explica el autor de “Historia de la Inteligencia.”

(06/11/13 – Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. La historia de Hypatia de Alejandría, quien descubrió que los planetas giran en órbitas elípticas varios siglos antes de que Kepler refundara la astronomía bajo esa misma idea, es un claro ejemplo de cómo la sociedad reprimió la actividad intelectual de las mujeres.

Éste y otros casos paradigmáticos son descritos en el libro “Historia de la inteligencia (Editorial Capital Intelectual), de Marcelo Rodríguez, periodista especializado en ciencia y salud.

¿Qué es la inteligencia? ¿Cómo fue concebida en diferentes momentos de la historia? ¿Se puede medir? ¿Puede esa capacidad humana ser reemplazada y hasta superada por máquinas? Estas son algunas de las preguntas abordadas en la publicación.

“Los intentos de medir la inteligencia tuvieron una intencionalidad discriminatoria. Se utilizó como factor de diferenciación social”, indicó a la Agencia CyTA Rodríguez, que escribe también notas para el Suplemento Futuro de Página 12 y una red de diarios del interior.

El primer modelo de lo que hoy conocemos como test de inteligencia tenía diferentes ejercicios lógico-matemáticos, y fue diseñado en Francia en 1905 por  Alfred Binet. “No pretendía cuantificar operaciones intelectuales sino identificar a los chicos con problemas de aprendizaje”, explicó Rodríguez.

En la Universidad de Princeton, el psicólogo Henry Goddard hizo la síntesis y creó el test Stanford-Binet, que según se suponía, arrojaba una cifra –el CI, IQ o cociente intelectual– que supuestamente era la medida de la inteligencia del individuo, objetiva, inmodificable y fijada genéticamente. Su éxito fue total y comenzó a aplicarse masivamente en escuelas y empresas para determinar la inteligencia de las personas. Recién en la década de 1970 se empezó a relativizar su valor.

La Armada Estadounidense diseñó los tests Army Alpha Army Beta, con los que durante la Primera Guerra Mundial evaluaba a los soldados en el momento de reclutarlos, y por los que más tarde tuvieron que pasar los inmigrantes que entraban en los Estados Unidos. “Por ese motivo, muchos fueron enviados de vuelta a sus países, dado que se buscaba ‘cuidar’ la inteligencia de la población local. Pero además de las dudas que podría sembrar la pretensión de medirla, esas pruebas agregaban un notorio sesgo de nacionalidad, de cultura y de clase social”, afirmó. Y agregó: “Quien no supiera el reglamento del tenis (en 1920) o quien no conociera la marca de armas Smith & Wesson, no pasaba la prueba.”

“Tenemos demasiados preconceptos sobre la inteligencia, y el conocimiento científico sólo puede desmontar algunos”, deslizó Rodríguez.

 

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“Historia de la inteligencia”, escrito con un lenguaje ameno y accesible, invita a los lectores a plantearse preguntas y respuestas a través de un recorrido histórico.