A partir de la muerte masiva de abejas productoras de miel ocurrida en los últimos años en granjas de Estados Unidos y de países europeos comenzó a circular la idea de que las abejas del mundo peligran y que el suministro mundial de aquellos alimentos que dependen de la polinización corre serio riesgo. ¿Estamos al borde de una crisis global de polinización? Un especialista argentino en el tema explica el estado de situación actual.

(01/08/11 – Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Bruno Geller)-. A fines del 2009 se estrenó en el Reino Unido un documental titulado “Vanishing of the Bees” (“desaparición de las abejas”). La película describía la disminución masiva de abejas domesticadas productoras de miel en Estados Unidos y en algunos países de Europa y la describía cómo un fenómeno misterioso.

“La idea de que las abejas domesticadas están desapareciendo por razones desconocidas se expandió en la conciencia pública. También es una gran historia que alimenta las ansiedades de nuestros tiempos, ¿pero es verdad? Pensamos que no, por lo menos no todavía”, escribieron en una columna de opinión publicada en la revista de divulgación New Scientist  dos especialistas en abejas, los doctores Marcelo Aizen, investigador del CONICET en la Universidad Nacional del Comahue y Lawrence Harder de la Universidad de Calgary, en Canadá.

Ambos investigadores afirman que es normal que muchas personas se alarmen ante el rumor de que las abejas están “colapsando” si se tiene en cuenta que las abejas y otros polinizadores –moscas, mariposas, aves y murciélagos– polinizan más del 80 por ciento de las 250 mil especies de plantas con flores del planeta. Y agregan que la preocupación se refuerza ante la idea de que la agricultura a gran escala se beneficia de los servicios de polinización. “Por este motivo afirmar que los polinizadores están en declive ha desencadenado la alarma de que nuestros suministros de alimentos podrían estar en riesgo, que podríamos estar al borde de una ‘crisis global de polinización’.”

En esa columna de opinión y en otra similar publicada en el periódico estadounidense The New York Times, Aizen y Harder exponen una serie de hechos que podrían resumirse con la frase: “que no cunda el pánico”.

En una entrevista mantenida con la Agencia CyTA, el doctor Aizen señala que “es cierto que la cantidad de colmenas de abejas domesticadas declinó en forma muy rápida en algunos países de Europa y de los Estados Unidos, pasando del 60 al 70 por ciento en los últimos 50 años.  Sin embargo, a nivel mundial el número aumentó el 45 por ciento en ese mismo lapso. Son datos que provienen de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.”

Asimismo el investigador del CONICET indicó que el aumento de las colmenas de abejas domesticadas ha tenido lugar en países en desarrollo donde la producción de miel se ha convertido en una importante actividad económica. “De hecho, la Argentina es uno de los países que más miel produce y exporta a nivel mundial”, subrayó. Y agregó: “Se han descripto distintas patologías que explicarían el declive de abejas en granjas de Estados Unidos y de Europa, pero básicamente la declinación que se observa a largo plazo obedece más a causas económicas que a biológicas. Acá en Argentina, por ejemplo, hay enfermedades que afectan a las abejas y sin embargo en los últimos 20-30 años la cantidad de colmenas se ha quintuplicado. Esa disminución se relaciona más con los incentivos económicos que con variables biológicas que, en definitiva, se pueden solucionar.”

De acuerdo con Aizen la producción de miel se tercerizó a otros países fuera de Estados Unidos y de Europa, mayormente países en desarrollo donde esa actividad económica está incentivada por los menores costos de producción. “Si en las granjas de Estados Unidos y de algunos países de Europa no se reemplazan las colmenas para seguir con la actividad en forma sostenible, esto es, si no se mantiene en buen estado la producción, es lógico que la población de abejas se vea alterada”, afirmó el científico.

Por otra parte, para seguir relativizando la “falsa alarma” Aizen indica que el suministro de alimentos mundial no peligraría si las abejas desaparecieran. “La producción de muchos alimentos básicos no dependen de polinizadores o dependen sólo parcialmente. Cultivos ricos en carbohidratos como el trigo, el maíz y el arroz se polinizan con el viento o se autopolinizan. Si las abejas desaparecen, la producción agrícola global disminuiría entre el 4 y el 6 por ciento”, resaltó. Y continuó: “De todos modos, es muy importante cuidar a las abejas y a otros polinizadores no sólo desde el punto de vista ecológico sino también para preservar la producción de determinados alimentos que dependen de la polinización como la palta, la manzana, el kiwi, las sandías, los zapallos, los duraznos, las frambuesas, las cerezas y en general la mayoría de los frutos de clima tropical y templado.”

Una auténtica paradoja

La protección tiene que destinarse tanto a las abejas domesticadas –que provienen de una sola especie salvaje domesticada– como a las miles de especies de abejas salvajes que polinizan no solo cultivos sino también plantas en bosques y selvas, subrayó Aizen. Y prosiguió: “Además del avance de la frontera agrícola –que destruye los nidos donde se reproducen las abejas– los pesticidas e insecticidas, entre otros agroquímicos, también son factores que alteran su desarrollo. Cuando se destruye su hábitat, no sólo desaparecen las abejas y otros polinizadores, también se eliminan agentes biológicos naturales como muchas especies de avispas que controlan diferentes pestes que atacan a diversos cultivos y que podrían ser aprovechados.”

Aizen describe varias paradojas: “Nuestra demanda de determinados alimentos pone en peligro a las abejas salvajes que en definitiva ayudan a que el cultivo sea posible. Esta contradicción se refleja cuando observamos el modo en que el avance irracional de la frontera agrícola termina destruyendo su hábitat. Por otra parte, si queremos continuar comiendo manzanas y paltas, entre otros frutos, necesitamos entender que la población actual de abejas y de otros polinizadores no pueden sostener el crecimiento continuo de la superficie de cultivo de este tipo de alimentos. Esa asimetría reduce el rendimiento por hectárea.  Desde esta perspectiva, se debería realizar una agricultura sostenible que sea amigable con los polinizadores”  ya que el rendimiento de los cultivos que dependen de polinizadores está limitado por la cantidad y calidad del polen que transfieren las abejas, según se describe en un estudio internacional en el que participó el doctor Aizen y que fue publicado recientemente en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences.

Ante esta realidad, Aizen recomienda implementar políticas que favorezcan un cultivo sostenible que integre el hábitat de las abejas y del resto de los polinizadores al paisaje agrícola. “Además de las medidas de conservación, se pueden agregar en forma artificial sitios para que las abejas puedan nidificar de modo tal de que puedan seguir polinizando diferentes cultivos”, concluyó.

 

Nota Colapso abejas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El especialista en abejas Marcelo Aizen, investigador del CONICET en la Universidad Nacional del Comahue.

Créditos: Gentileza del doctor Marcelo Aizen