Un análisis escrito por inmunólogos de Argentina, Brasil y Chile –publicado en la revista científica Nature Immunology – señala que a pesar de la inestabilidad política y económica, en varios países de Sudamérica se ha desarrollado una importante tradición y avances en el campo de la inmunología.

(10-11-08 – Agencia CyTA-Instituto Leloir) – La ciencia en Sudamérica ha ejemplificado siempre la paradoja de países con gran potencial, pero sufriendo a menudo el impacto de las turbulencias políticas y económicas, señala un grupo de investigadores, entre ellos Gabriel Rabinovich, investigador del Laboratorio de Inmunología del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME) de Buenos Aires.

En un artículo publicado en la revista Nature Immunology en octubre pasado, Rabinovich, que es investigador de Conicet, junto con otros especialistas argentinos, de Brasil y Chile, indican que a pesar del problemático pasado político y económico de la región, se ha forjado una tradición de la investigación en el campo de la inmunología y de las enfermedades infecciosas y se han podido dar pasos importantes.

De acuerdo con los autores, en la pasada década, una serie de incentivos del sector público y privado y de asociaciones con la industria e instituciones internacionales, han permitido que muchos jóvenes y talentosos inmunólogos puedan desarrollar sus carreras en la región, contrarrestando de esa forma la tendencia hacia la fuga de cerebros.

En Argentina

A pesar de los muchos años de agitación política, la Argentina ha sido fuente de reconocidos investigadores dentro de la comunidad científica internacional, destaca el artículo.

Bernardo Houssay recibió el premio Nobel en fisiología en 1947, Luis Federico Leloir recibió el premio Nobel en bioquímica en 1970 y Cesar Milstein recibió el Nobel en fisiología y medicina en 1984.

Milstein fue un pionero de la inmunología moderna que se formó en el país e integró el equipo del Instituto Nacional de Microbiología “Carlos Malbran” en Buenos Aires hasta 1963 cuando en desacuerdo con las políticas institucionales tras el golpe militar que depuso a Arturo Frondizi, se fue a investigar a la Universidad de Cambridge.

El premio Nobel lo obtuvo, junto con Gerge Köhler, por el descubrimiento de los anticuerpos monoclonales. Esto no sólo ilustra los errores serios cometidos por los gobiernos pasados en permitir la importante ‘fuga de cerebros’, sino que también sirve de ejemplo para los futuros gobiernos de que la inversión en ciencia básica puede generar enormes efectos económicos tanto en biomedicina como en la industria, indica el artículo.

A pesar de los esfuerzos aislados en las décadas del 50 y del 60, la inmunología “nació” oficialmente en Argentina en 1972 cuando un grupo de pioneros dirigidos por Christiane Dosne Pasqualini, Osias Stutman, Jorge Manni, Juan Andrada, Alois Bachmann y Marta Braun crearon la Sociedad Argentina de Inmunología. Doce años después fue fundada la Asociación Latinoamericana de Inmunología y su primera reunión se realizó en Buenos Aires, señala la nota del Nature Inmunology.

Sin embargo en el país había antecedentes históricos. Según señala la revista, en 1949, otra sociedad, la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología había sido creada para servir como foro para especialistas en alergia e inmunología clínica. Los primeros esfuerzos dentro de la comunidad de inmunólogos se centraron en el estudio de enfermedades como fiebre hemorrágica, lepra, tuberculosis y la enfermedad de Chagas.

Por otra parte, los doctores Salvador Zingale, Roberto Manzini y Carlos Yantorno fundaron una escuela destinada a investigar la autoinmunidad y Christiane Dosene Pasqualini creó una rama de investigación sobre inmunología de tumores en la Academia Nacional de Medicina.

Asimismo, fue un hito la creación en 1973 del primer curso formal de inmunología en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, por el doctor Ricardo Margni, que sirvió como fuente de inspiración para científicos del país y de todo el continente. Otro hecho importante han sido la creación en 1971 de la División de Inmunología en la Universidad Nacional de Córdoba, establecida por el doctor Carlos Yantorno. En Rosario los doctores Sol Rabassa y Mauricio Londner fueron pioneros de inmunología y abrieron espacios de formación e investigación.

La inestabilidad política y económica en la Argentina, que entre otras consecuencias, se tradujo en un apoyo marginal para la investigación científica en los años 70 y 80 afectó en forma crítica a todas las instituciones científicas y un considerable atraso en el progreso de las ciencias biomédicas, incluyendo la inmunología.

En forma notable, el Conicet sobrevivió a estas circunstancias adversas, otorgando salarios, becas y subsidios a la mayor parte de la comunidad científica argentina. Asimismo, a fines de los años 90, se creó la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCYT) para promocionar la ciencia, la tecnología y la innovación productiva, indica el artículo.

Los autores de la nota señalan que pese a estos progresos, después de la crisis del 2001-2002, los científicos argentinos vieron reducidos los subsidios y los salarios lo que alimentó los temores de una fuga de cerebros. “Afortunadamente han venido vientos favorables con la decisión gubernamental de crear el Ministerio de Ciencia y Tecnología en Argentina”, afirman.

Inversión en Investigación

En los últimos 5 años, la inversión en investigaciones biomédicas, incluyendo a la inmunología, ha aumentado en forma considerable. Los fondos provienen principalmente de ANPCYT, del CONICET y de algunas fundaciones privadas.

El resultado de esa financiación sostenida se reflejó en el aumento y calidad de las publicaciones. En 2007, la inmunología contribuyó en un 7 por ciento de los papers (publicaciones de investigaciones en revistas científicas internacionales) realizadas por autores argentinos y contribuyó al 2,5 por ciento de la producción científica total del país.

Sin embargo, quedan pendientes muchos desafíos por resolver. En 2007, Brasil invirtió el 1 por ciento de su PBI en ciencia y tecnología, Chile un 0,7 por ciento y Argentina un 0,6 por ciento, lo que evidencia que hay una gran distancia entre los países desarrollados y los de Sudamérica.

Rabinovich, y sus colegas Norberto W. Zwirner, también de Argentina, Alexis M. Kalergis de Chile y Wilson Savino de Brasil, destacan que en Latinoamérica más de 210 millones de personas viven por debajo de la línea de la pobreza y muchos de ellos soportan la carga de enfermedades descuidadas como esquistosomiasis, enfermedad de Chagas y leishmaniasis.

Para los autores las inversiones son claves para desarrollar estrategias de control no sólo de esas patologías, sino también de enfermedades como el cáncer, una de las principales causas de muerte en Sudamérica. Consideran que es necesario que los gobiernos inviertan más en ciencias de la salud, incluyendo a la inmunología, y esperan que el sector privado también se involucre en forma sostenida. Asimismo, desde su perspectiva, este apoyo contribuirá a minimizar la “fuga de cerebros” de jóvenes inmunólogos a Norteamérica o Europa que podrían producir ciencia de alto nivel en la región.