Si entendemos los motivos por los cuáles somos propensos a dejar tareas para más adelante, tal vez podamos resistir la tentación de postergar. Esa es la tesis del psicólogo norteamericano Piers Steel, quien investigó a fondo el problema.

(05/03/08 – Agencia CyTA – Instituto Leloir) – El tema es conocido por todos. ¿Existe acaso alguien que no haya decidido dejar para mañana lo que podría haber hecho hoy? No obstante, se calcula que para alrededor del 15 al 20 por ciento de la población, posponer es un problema serio. “La habitual postergación de tareas que sabemos que son urgentes puede resultarnos muy cara, contraproducente para la salud y hasta conflictiva para nuestra vida y la de los que nos rodean”, afirma el periodista canadiense Heather Pringle, autor de la nota de tapa de la edición de diciembre de New Scientist.

Al respecto, cita una investigación estadounidense que puso en evidencia que aquéllos que dejaban para último momento la liquidación de impuestos, cometían errores que les costaban alrededor de 400 dólares anuales. También muestra el caso de estudiantes, periodistas y otros profesionales, que pasan sus tardes en el bar o mirando televisión, y dejan las tareas para la tardecita, creyendo que bajo presión, trabajan mejor. “No saben lo bien que harían el trabajo con tiempo y sin presión”, sostiene Bruce Tuckman, psico-pedagogo de la Universidad de Columbia (Ohio, EE.UU.).

Asimismo, la actitud de postergar también implica riesgos para la salud. A través de otra reciente investigación, Fuschia Sirois, una psicóloga de la Universidad de Windsor de Ontario (Canadá), descubrió que aquéllos que tienen el hábito de postergar cosas, son también quienes tardan en hacerse los chequeos médicos o dentales y carecen de comportamientos saludables, como hacer gimnasia regularmente.

El trabajo de Sirois también reveló que los que postergan sufren más por estrés y enfermedades como la gripe o las relacionadas con problemas digestivos. También se observó que cuanto más fuerte es la tendencia a postergar, menor es la disposición a tomar medidas para prevenir accidentes en el hogar. Según Sirois, la postergación es un estilo de relacionarse con los problemas que no sólo significa una mala adaptación y un peligro potencial para el individuo, sino también, para las personas que lo rodean. “Nos inclinamos a pensar que los que postergan construyen su propio infierno y después, tienen que lidiar con él. Pero parece que esto tiene un impacto más amplio”, subraya en el artículo mencionado.

Investigando a fondo

A partir de estos estudios preliminares, ha habido numerosos intentos de identificar qué nos lleva a postergar. En un principio, la acción de posponer fue relacionada con una actitud perfeccionista, el miedo a fallar y una personalidad hostil y/o rebelde. Pero más adelante, se observó que los investigadores no habían analizado el problema en toda su magnitud. No se habían detenido a investigar la clase de tareas y las situaciones típicas que sufrían demoras.

Valiéndose de toda la información disponible sobre estudios previos, y analizando sus propios deseos de postergar, el psicólogo canadiense Piers Steel de la Universidad de Calgary en Alberta, Canadá, hizo sus propias investigaciones. Así comprobó una ligera mayor tendencia a postergar en los hombres que en las mujeres. También verificó que los jóvenes son más propensos a posponer que los adultos. “Debe ser porque la gente mayor no puede darse el lujo de dejar las cosas para mañana”, sostiene. En cambio, no encontró una correlación con los rebeldes, los neuróticos ni con los perfeccionistas. “En realidad, los obsesivos de lo perfecto postergan menos que los demás, pero se preocupan mucho más”, reconoció.

Factores implicados

A partir de sus indagaciones en el tema, Steel identificó cuatro factores básicos escondidos detrás de la postergación: la confianza que una persona tiene en completar cierta tarea con éxito, la facilidad con que se distrae, el grado de placer que le produce el trabajo a realizar y el lapso que media hasta obtener la recompensa después de finalizarlo. Steel insinúa que todos preferimos el “aquí y ahora” más que lo que pueda llegar mañana. “Si algo puede ser realizado ahora y podemos obtener placer enseguida, lo valoramos más que algo que tendrá una recompensa tardía y tal vez, improbable”, afirma.

Tomando en consideración que la postergación depende no sólo de la estructura de nuestra personalidad y de la situación particular en que nos encontremos, sino también de la utilidad que le asignemos, Steel hasta llegó a diseñar una ecuación matemática que pondera este último aspecto. Así, para él, la utilidad sería el cociente entre E x V e I x D, donde E es la confianza que tenemos respecto de terminar la tarea correctamente; V, cuán placentera la consideramos; I, cuán proclives a la distracción somos y D, cuánto tiempo va a transcurrir hasta que llegue la recompensa por haber completado el trabajo.

Atender al futuro

La fórmula de Steel ha tenido una variada receptividad. Por ejemplo, Tim Pychyl, un psicólogo de la Universidad Carleton de Ottawa, Canadá, sostiene que su trabajo con los pacientes adictos a la postergación revelan una historia distinta que nada tiene que ver con esos factores. “No hablan de esos cálculos mentales. Dicen que postergan porque se sienten debilitados por la culpa o la vergüenza o porque aman el desafío del esfuerzo hecho a último momento”.

Por su parte, el colega John Kammeyer-Mueller de la Universidad de Florida, manifiesta que la gente tiene una competencia perpetua entre satisfacer su presente o beneficiar su futuro y piensa que la fórmula de Steel ilumina muchos rompecabezas de la naturaleza humana, desde porqué hay jóvenes que abandonan los estudios y hay personas que son infieles a sus parejas hasta el motivo por el cual los que están excedidos de peso no se ajustan a las dietas. A su entender, Steel aporta un conjunto de herramientas para entender cómo juega el conflicto interno entre los deseos.

En esa preferencia por vivir el momento antes que prepararse para un futuro incierto, Steel también encuentra propensos a los gobiernos. Y explica por qué: “Hay gente que enmarca el debate sobre el clima en estos términos: “¿Debemos sufrir un poquito ahora para evitar el riesgo de gran devastación más adelante? Tenemos la tecnología para manejar el cambio climático ahora, pero querer hacerlo es otra cosa”. Admite que la cura es de largo plazo, pero reconoce que la medicina hay que administrarla ahora.

Conciente de los problemas derivados del cambio climático, cree que algo puede hacerse para limitar la dañosa demora. “Algunas personas pueden realizar un disciplinado acercamiento para abordar las tareas que se le presenten; pero otras, por falta de confianza y debido a su tendencia a desviarse de un compromiso, hacen de la postergación una norma”, lamenta Steel. No obstante, está convencido de que sus análisis no sólo pueden ayudar a minimizar las tácticas de demora, sino también, a echar una nueva luz sobre la motivación en general.