La reciente distribución en todos los océanos del planeta de más de tres mil boyas dotadas de sensores permitirá realizar un monitoreo global y continuo del comportamiento de las aguas marinas. La iniciativa, que forma parte de un proyecto internacional llamado ARGO, facilitará la realización de diagnósticos más completos sobre el cambio climático.

(08/01/08 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – A fines del 2007, tres mil boyas de cerca de un metro y medio de alto y alrededor de 40 kilogramos de peso distribuidas en todos los océanos del planeta comenzaron a funcionar de forma coordinada. Dotadas de sensores, miden la temperatura, la salinidad y los movimientos de la capa superior de los océanos. Cada diez días salen a la superficie y envian los datos a un satélite a través de una antena. A esa información tienen acceso los países que participan en el proyecto denominado ARGO: Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Chile, Estados Unidos y los estados miembros de la Unión Europea, entre otros.

El proyecto, que lleva el nombre de un mitológico barco griego, cuenta con el apoyo de la Organización Meteorológica Mundial (WMO), la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (IOC) y el Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU), entre otras organizaciones.

“La red de boyas permitirá un monitoreo global y continuo del comportamiento de los océanos”, explica la doctora Maria Cintia Piccolo, directora del Instituto Argentino de Oceanografía, y agrega: \”El lanzamiento de boyas que miden los parámetros físicos en el centro de los océanos y en las plataformas continentales nos permitirá conocer con más detalle los procesos de interacción entre la atmósfera y los océanos”.

Para Piccolo, que también es investigadora del CONICET y profesora de la Universidad Nacional del Sur, ese tipo de información estaba faltando y resulta esencial para explicar los futuros cambios en el clima.

Los océanos y la atmósfera están en continua interacción y los científicos están tratando de estudiar sus diferentes procesos en distintas escalas de tiempo y espacio.

De acuerdo con la experta, los resultados de este proyecto se verán a largo plazo: “No serán inmediatos. Se necesita gran cantidad de mediciones para explicar con más precisión la interacción entre los océanos y la intensificación y la trayectoria de huracanes, la influencia de las corrientes oceánicas en el clima de los países costeros y el fenómeno de El Niño, entre otros procesos”.

Océanos y clima

La relación entre los océanos y el clima es estrecha. “Por ejemplo, cuando se produce el fenómeno de La Niña, el océano Pacífico está más frío. Eso va a ocurrir este año, y por eso se esperan temperaturas un poco más frías en el hemisferio Sur”, indica Piccolo y agrega: “En cambio cuando se presenta el fenómeno de El Niño la temperatura del agua del Pacífico aumenta considerablemente por cambios que se produjeron como consecuencia de una variación en el comportamiento de la presión atmosférica en el Océano Pacífico Ecuatorial”. Este fenómeno perjudica las actividades pesqueras en las regiones costeras de los países ecuatoriales.

En particular en Argentina el fenómeno de La Niña está asociado a sequías importantes en la región central de la Argentina, mientras que el evento de El Niño provoca un aumento considerable en las precipitaciones al norte del país. “En algunos casos, se producen intensas inundaciones”, señala Piccolo.

A nivel mundial El Niño provoca aumento del número de huracanes, sequías en Australia y precipitaciones intensas en Europa central. “Por otro lado, a causa de las precipitaciones intensas en el Pacífico se produce un deterioro en los arrecifes de coral”, explica Piccolo.

El proyecto ARGOS pretende contribuir al conocimiento integral de los cambios que se producen en el sistema océano-atmósfera. Según Piccolo “es un proyecto esencial para el diagnóstico del cambio climático y del calentamiento global”.

Por su parte la doctora en ciencias de la atmósfera Rosa Hilda Compagnucci, profesora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, e investigadora del CONICET, agrega: “El proyecto ARGO es muy importante porque permitirá analizar y estudiar los cambios en la temperatura oceánica que son diferentes en signo y magnitud de acuerdo con la región y el período de tiempo considerados, así como su dinámica y sus causas. Indudablemente esos cambios responden a procesos más complejos que el mero planteo del calentamiento global producto de la actividad humana”.

Una prueba que explica la incidencia de causas naturales que contribuyen con el aumento de las temperaturas oceánicas figura en el capítulo de Paleoclima del informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático del 2007. Compagnucci puntualiza: “En ese informe se atribuye el incremento de las temperaturas oceánicas que se dan en El Niño y al enfriamiento que se produce en La Niña principalmente al vulcanismo y a la variabilidad solar”.

Además, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos “aún no se ha podido relacionar el calentamiento global con el fenómeno de El Niño”, afirma Compagnucci.

También se presentan otros fenómenos oceánicos que precisan ser estudiados y que influyen en el clima. “Entre 1947 y 1976 los océanos del Hemisferio Norte se enfriaban y los del sur se calentaban, mientras que en estas últimas décadas entre 1977 y el 2006 ocurrió exactamente lo contrario”, afirma Compagnucci y continua: “Lo mismo ocurrió en el pasado paleoclimático por causas naturales propias de la dinámica oceánica”.

Compagnucci asegura que las boyas ya instaladas “permitirán un gran avance en el conocimiento y el monitoreo de las circulaciones oceánicas y de su influencia sobre el clima”.

En ese sentido, el monitoreo de los océanos contribuirá a discriminar cómo se superponen en el cambio climático las causas naturales y las acciones humanas.

La sal y la temperatura

“La circulación oceánica es termohalina. Eso significa que se produce por diferencias de densidad. El océano es más denso en profundidad y más liviano en superficie debido a las variaciones de temperatura y salinidad del agua. Por lo tanto, el conocimiento de estos dos parámetros –que miden las boyas del poyecto ARGO– es fundamental”, indica Piccolo.

Según Compagnucci, el proyecto ARGO también será clave para estudiar la circulación oceánica conocida como “cinta rodante” (conveyor belt) operando en escalas de tiempo de varias décadas, y que influye en las tendencias del clima a nivel global. Esta circulación se forma por la Corriente del Golfo que transporta agua muy salina hacia el nordeste, y al llegar al extremo septentrional del Atlántico, a los mares nórdicos, aumenta su densidad por enfriamiento y se hunde. “Desde allí, por niveles profundos e intermedios, vuelve hacia el hemisferio sur. Así en el Atlántico hay flujo neto hacia el norte, en superficie, y un flujo neto hacia el sur, en las profundidades. La salinidad y la temperatura del agua juegan un papel crucial en el funcionamiento de esta cinta rodante, que implica el intercambio entre todos los océanos del planeta”, señala Compagnucci.

“Por eso, el “conveyor belt” constituye uno de los tantos reguladores del clima a nivel global. En las últimas tres décadas se viene registrando una disminución en la velocidad de formación del agua profunda en el Atlántico Norte que estaría “frenando” la cinta rodante”, señala Compagnucci y continua: “Por lo que es sumamente importante que sepamos más sobre los cambios producidos en este sistema y los efectos que ellos podrían llegar a generar sobre el clima global”, destaca Compagnucci.

¿Es el frenado del “conveyor belt” lo que está afectando el clima global, o es el aumento global de temperatura que modifica el “conveyor belt? “Esas preguntas aún no tienen consenso y clara respuesta en el ambiente científico mundial”, afirma Compagnucci.

Boyando a la espera de datos

Más de tres mil boyas resistentes al efecto corrosivo de la sal de los océanos fueron sumergidas a una profundidad de dos mil metros. Mientras ascienden miden la temperatura y la salinidad de las corrientes de agua y cuando llegan a la superficie envían la información al satélite, al cual acceden los centros científicos asociados al proyecto.

“Luego de seis a doce horas, las boyas vuelven a sumergirse y se repite el ciclo. Diez días después vuelven a la superficie”, explica Piccolo.

Piccolo concluye que “a largo plazo se obtendrán con este proyecto importantes avances en el conocimiento del clima y sus consecuencias para el hombre. Si bien los resultados no estarán disponibles tan rápido como uno quisiera, es un paso importante para la ciencia”.