¿Es lícito elegir el sexo de un futuro bebé? Dos destacadas especialistas, Verena Stolcke y María Casado, debaten desde diferentes ángulos, las preferencias culturales que privilegian la elección de hijos varones.

(14/12/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) – En la novela de ciencia ficción titulada El primer siglo después de Béatrice, el escritor libanés Amin Maalouf retrata una sociedad futura que favorece el nacimiento de varones y que refuerza el sometimiento del reducido número de mujeres.

En la trama de esa novela –editada en 1992– de manera paulatina se va creando un desequilibrio demográfico que amenaza la supervivencia de la humanidad. “Por todo el mundo hay miles de ciudades, millones de pueblos en los que el número de mujeres no ha cesado de disminuir. Habrá hordas de hombres buscando compañeras inexistentes, enloquecidos por la frustración, no solamente sexual, sino también por no tener ninguna posibilidad de llevar una vida normal, de construir una familia, un hogar, un futuro”, escribe Maalouf.

¿Es posible que ese escenario se haga realidad?

Consultada por la Agencia CyTA, la doctora Verena Stolcke, catedrática de Antropología Social y Cultural de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), en España, señala: “En China, India y también en países del mediterráneo, como España, Italia y Grecia, prevalece el deseo de tener un hijo varón”.

“¿Qué ocurre entonces en los países en los que nacen pocas mujeres?”, se pregunta Stolcke. “La selección del sexo de la descendencia podría generar graves consecuencias sociales y demográficas. Un claro ejemplo es el robo de novias en la frontera de China ante la falta de mujeres locales, un país en el que existe un notable desequilibrio entre sexos a causa de los abortos selectivos provocados por la política de población China, que no permite a las parejas tener más de un hijo, sea éste nena o varón”.

Por otra parte, desde hace más de una década que la ciencia ha hecho posible elegir el sexo de la descendencia mediante una técnica conocida como diagnóstico genético preimplantatorio. Esta técnica fue originalmente diseñada para evitar que los hijos hereden determinadas mutaciones genéticas o cromosómicas que predisponen a graves enfermedades. Sin embargo, de forma paulatina comenzó a emplearse en algunas clínicas de fertilización asistida como un medio para que las parejas pudiesen elegir un varón o una nena. Una vez realizada la fertilización in vitro es posible identificar el sexo de los embriones obtenidos, transfiriéndose luego el embrión del sexo deseado al útero.

“Personalmente estoy en contra de la selección por sexo para fines no médicos pues pienso que implica una discriminación androcéntrica, es decir, una discriminación basada en la preferencia de hijos varones”, señala Stolcke quien ha investigado diversas dimensiones referidas a la biotecnología aplicada a la reproducción humana desde una perspectiva de género.

Reflexión antes que prohibición

Desde otra mirada, la doctora María Casado, profesora titular de Filosofía del Derecho, Moral y Política, de la Universidad de Barcelona y presidenta de la Asociación de Bioética y Derecho española, señaló a la Agencia CyTA: “No creo que la elección del sexo de un hijo mediante diagnóstico genético preimplantatorio influya en algún desequilibrio demográfico, pocas parejas acudirían ‘por capricho’ a unas técnicas caras e incómodas sólo para tener el hijo del sexo deseado.”

La ley española que regula la aplicación de las técnicas de fertilidad asistida, así como la de otros países, prohíbe la selección del sexo del bebé, salvo en los casos que se pretende evitar la transmisión de alguna enfermedad genética o cromosómica. En ese país, la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida es el organismo que se encarga de evaluar las características clínicas, terapéuticas y sociales de cada caso.

Casado opina que “la prohibición total se apoya en un tabú que revela una gran desconfianza en la sensatez de las personas, muchos tienen miedo de la libertad ajena. Es un tabú que quiere poner un freno simbólico a la ‘elección de hijos a la carta’, lo que es un fantasma que no se evita prohibiendo, por si acaso”.

Según la doctora, quienes hablan de “hijos a la carta”, se refieren a la elección de características genéticas, “desde el color de los ojos al carácter, pero se olvida que, además, los genes interactúan entre sí y con el ambiente lo que imposibilita la predeterminación de rasgos en cuya determinación intervienen múltiples genes –casi todos– por lo cual la elección de características complejas es ciencia ficción”.

Para la especialista en bioética, resulta imprescindible reflexionar antes de establecer tales prohibiciones. “No siempre es intrínsecamente perverso querer elegir el sexo de un hijo por razones que van más allá de la evitación de la transmisión de una enfermedad hereditaria ligada al sexo. Por ejemplo, hay familias que ya tienen varios hijos del mismo sexo ¿cuál es la razón de no permitir elegir el sexo de uno nuevo si ya se encontrasen en un proceso de reproducción asistida y hay diversos embriones sanos de los dos sexos que se pueden implantar?”, reflexiona Casado.

“Si esa información existe y además es conocida, ¿debería ser el equipo médico responsable de poner cualquiera de esos embriones por azar o por elección? ¿Por qué no lo deciden los padres? Se plantea así un dilema que se da frecuentemente cuando una pareja acude a un proceso de reproducción asistida”, agrega.

“El desequilibrio demográfico, producido por una discriminación por razón de sexo, depende de factores culturales que varían entre los países y no sería el diagnóstico genético la forma más fácil de producirlo”, destaca la doctora Casado y agrega: “Seamos conscientes de que la política del hijo único, seguida del abandono de las hijas y del infanticidio femenino directamente, ya ha producido este desequilibrio en países como China, y que en la India se han llegado a prohibir las ecografías para el sexo del bebé a fin de evitar los abortos selectivos de fetos hembra.”

¿Cuál sería el camino más correcto entonces? “La garantía de la no discriminación es la educación y la cultura, que revalorice el papel de las mujeres, unido a un sistema de gobierno realmente democrático”, opina Casado.