El Instituto Leloir organizó un debate sobre el futuro de la ciencia en la Argentina. La necesidad de mejorar la educación, de incrementar la aplicación de las investigaciones, de alcanzar la madurez política y legislativa, de generar redes entre distintos organismos de investigación y de incrementar el aporte del sector privado son algunos de los aspectos que fueron señalados como requisitos básicos para lograr un futuro promisorio.

(13/9/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir) – En una mesa redonda que tuvo lugar en la “Jornada de Puertas Abiertas 2007” que organizó el Instituto Leloir, los doctores Lino Barañao, presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), Antonio Arciénaga Morales, director adjunto del área de Tecnología del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y Luis Ielpi, director del Instituto Leloir, participaron en un debate que tuvo como disparador la pregunta “Cómo será la ciencia argentina en los próximos 60 años”.

El puntapié inicial fue dado por el coordinado de la mesa, el periodista Guillermo Lobo, que preguntó “¿hacia dónde se dirige la ciencia en la Argentina?”

El doctor Luis Ielpi, director del Instituto Leloir, destacó que el país cuenta con una gran cantidad de investigadores que obtienen resultados exitosos. “Si seguimos trabajando en la dirección actual, tenemos un futuro promisorio”, señaló, aunque haciendo la salvedad que para llegar a ese destino, es necesario incrementar el presupuesto destinado al desarrollo de la ciencia y la tecnología.

De acuerdo con el investigador, el avance de la ciencia en la Argentina es posible, en gran parte, gracias al apoyo que brinda la sociedad a la labor de los científicos. “Cuando [n. de r.: el ex ministro de Economía, Domingo] Cavallo nos mandó a lavar los platos la sociedad nos respaldó, y no me refiero sólo al Instituto Leloir, sino a la ciencia en general”, afirmó.

“Me gustaría que en el futuro la Argentina generara una masa crítica de investigadores, mayor a la que tenemos ahora, y no sólo en las principales ciudades del país, sino en cada pueblo”, subrayó Ielpi.

Por otra parte, el director del Instituto Leloir opinó que es necesario que el país alcance una madurez política y jurídica “para tener un futuro mejor, un futuro en el que podamos trabajar todos un poco más juntos”, señaló, para luego explicar: “Hoy los equipos que se requieren para los experimentos son cada vez más costosos y es necesario que generemos redes, asociaciones entre diferentes centros para poder adquirirlos”.

Aplicación del conocimiento

Los participantes de la mesa coincidieron en que una de las metas centrales a la que debe aspirar el sistema científico –con el apoyo de la sociedad– es lograr que el conocimiento generado por los investigadores responda a los intereses y a las necesidades del país en materia de desarrollo social y económico.

Antonio Arciénaga Morales del Área de Tecnología Gobierno de la Ciudad, quien invitó a reflexionar sobre la evolución de los modelos científicos en los últimos años, mencionó el modelo lineal propuesto por Vannevar Bush, asesor científico del presidente de EE.UU. Franklin Roosevelt, que acentuaba la importancia de generar conocimiento para promover el desarrollo.

Esa mirada contrastó con la vigente en los años ´80, afirmó Arciénaga Morales, etapa en que “otros investigadores como Nathan Rosenberg y Stephen Kline propusieron un modelo interactivo que ponía el acento no sólo en la generación del conocimiento, sino también en los problemas vinculados con su aplicación”.

De acuerdo con ese modelo, las empresas deben tener un papel central en el proceso innovador. En ese sentido, resulta clave el fortalecimiento de la relación entre empresas y centros de investigación y desarrollo, dijo el especialista.

“Las empresas norteamericanas aportan hasta el 30 por ciento de lo que hace Estados Unidos en materia de ciencia básica”, destacó al respecto Arciénaga Morales.

El experto sostuvo que es preciso desarrollar en Argentina un modelo que conecte las investigaciones con las aplicaciones. “Por ejemplo, en Alemania los proyectos científicos –inclusive los de ciencia básica– son evaluados por un comité que incluye a un profesional del sector empresarial. España trabaja en esa dirección desde 1996, año en que comenzó a desarrollar un nuevo plan nacional de la ciencia; los hechos demuestran que le ha ido bastante bien”, opinó.

Según Arciénaga Morales, para que la Argentina genere un modelo de ese tipo, también llamado modelo de investigación-acción, es preciso resolver viejas antinomias, terreno “en el que los argentinos somos campeones, desde la época de los unitarios y federales hasta nuestros días, y que nos lleva a enfrentar la investigación básica con la aplicada”.

El doctor Ielpi comentó que, con el fin de resolver esa problemática, “El Instituto Leloir creó una oficina de transferencia tecnológica, Inis Biotech, cuyo objetivo es lograr que los resultados obtenidos por los científicos puedan ser presentados a las empresas por gente especializada”.

Por su parte, Lino Barañao, Presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), aseguró que: “Para que Argentina tenga una inserción digna dentro de sesenta años tiene que pasar a una economía basada en el conocimiento”. “Una sociedad de ese tipo –explicó– requiere inexorablemente un mayor nivel educativo, el que a su vez está asociado con un mayor desarrollo humano, y con mayor equidad en la distribución de las riquezas”.

Para Barañao, una economía basada en el conocimiento es la manera más democrática de llegar a una sociedad más justa. “Creo que la mejor manera de predecir el futuro es inventarlo, y como decía Schopenhauer, la voluntad antecede a la razón, es decir, uno tiene que proponerse algo para poder llegar a alcanzar un objetivo”. “Creo que si realmente queremos llegar a una sociedad mas justa, con mayor desarrollo humano, debemos apostar a la ciencia y a la tecnología. No hay otro camino”, concluyó.

En coincidencia con Barañao, Ielpi expresó: “La Argentina necesita elevar el nivel de educación, en todos los niveles y en todo el país, apuntando a impartir la enseñanza de manera igualitaria. Un país educado es un país que sabe elegir a sus gobernantes, sabe dónde quiere ir, sabe razonar, sabe pensar y sabe constituirse en un país democrático”, finalizó.