(9/11/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Alejandro Manrique)-. En un reciente trabajo publicado en “Science Technology & Society”, los autores Diego Hurtado de Mendoza y Ana María Vara, del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini –de la Universidad Nacional de San Martín–, abordan el inicio del desarrollo de la física experimental y la energía nuclear en Argentina y Brasil, en la coyuntura de autoritarismo que sufría la región. Los emprendimientos latinoamericanos son analizados desde una perspectiva que los pone en relación con lo que sucede en países que cuentan con una infraestructura científica consolidada.

La Agencia CyTA dialogó con Diego Hurtado de Mendoza sobre la investigación.

– ¿A qué se refiere el término “Big Science”?

Es una forma de gestión de la ciencia, que nace en la década de 1930 y se impone a finales de la Segunda Guerra Mundial. Es un concepto historiográfico para países avanzados, países que tienen una infraestructura científica consolidada. La historia del proyecto Manhattan (un proyecto de investigación científico llevado a cabo durante la Segunda Guerra Mundial por los Estados Unidos con ayuda del Reino Unido y Canadá para desarrollar la primera bomba atómica), por ejemplo, es un caso emblemático, visto como una manera de hacer ciencia y generar conocimientos. Los historiadores establecen una categoría analítica, cristalizada, con sentido definido para los países del primer mundo. Pueden tener una visión buena, crítica o una mirada negativa, con controversias alrededor de la forma legítima y la sincronización con esta fase del capitalismo, donde la ciencia acompaña el modo de producción masiva. Es un tema complejo que tiene sus aristas.

– ¿Cuáles son las características de la Big Science?

Se habla de Big Science cuando la concentración de recursos humanos es importante, por ejemplo 20 o 30 científicos, gran instrumental, tecnologías de punta, congregación de ingenieros, técnicos, administración de recursos, problemas tecnológicos, puesta en funcionamiento de complejos equipos: aceleradores, grandes telescopios, naves espaciales, reactores. Es importante destacar que en un proyecto de Big Science entran en juego numerosos grupos de científicos, nuevas tecnologías y, por definición, cifras mayores a los 30 millones de dólares en financiación de emprendimientos.

– ¿Se puede hablar de Big Science en los países en desarrollo?

En los países periféricos no existirían proyectos de Big Science si nos atenemos a la definición del término, ya que esos proyectos serían prohibitivos en países que no tienen la infraestructura suficiente.

– ¿Por qué le pareció importante analizar el desarrollo de la física experimental en Argentina y Brasil en forma comparativa a la luz de este concepto?

Porque se presentaron casos de proyectos que cumplían con la definición de Big Science en países no candidatos para iniciativas de ese tipo. En nuestro país el acelerador TANDAR (acelerador de iones pesados) fue un caso. Luego analizamos el Laboratorio de Luz Sincrotrónica (LNLS) de Brasil y también nos percatamos que se trató de un proyecto típico de Big Science.

– ¿Cuáles son las características históricas de ambos países?

Las primeras décadas en el desarrollo nuclear de ambos países pueden resultar análogas, con una promoción de la energía nuclear impulsada por intereses políticos y militares. En ambos casos se presentó un contexto político autoritario, con decisiones por encima del consenso democrático. Las dictaduras fueron diferentes, diferentes estilos políticos y sectores militares. En nuestro caso fue más coercitiva, con más influencia nefasta sobre la sociedad. En la Argentina fue la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica) el ente que aglutinó la investigación, capacitación y desarrollo de proyectos, bajo la órbita del fomento gubernamental de la energía nuclear. En Brasil, se puso énfasis en la comunidad científica local, a la que se le encargó el desarrollo de tecnología nuclear como alternativa a la compra desde el extranjero. Mientras que el plan argentino fue de neto corte liberal, Brasil defendió la producción local y orientó su programa al sector industrial, la ciencia aplicada y los desarrollos tecnológicos. En el caso concreto del TANDAR, tuvo escaso contacto con el sector industrial, fue pensado solamente para ciencia básica.

– ¿Cómo se desarrolló el TANDAR y cuánto costó?

El proyecto de compra empieza a fines de la década de 1960, por impulso de físicos nucleares de la CNEA, ya con la dictadura de 1976 y dentro de una coyuntura política diferente se decidió encarar la construcción. El acelerador TANDAR costó unos 30 millones de dólares, aunque el debate sobre la cifra exacta sigue abierto. El plan nuclear que se elaboraba en ese entonces, orientado al autoabastecimiento energético, preveía unos 5.500 millones de dólares durante ocho años, así que tuvo una rápida aprobación. Fue posible dentro de un contexto de autoritarismo y sin el consenso de la comunidad científica, donde se favoreció a unos en detrimento de otros.

– ¿A qué razones atribuye la falta de convocatoria del sector científico en el desarrollo de proyectos nucleares como el TANDAR?

No era el mejor momento para la física experimental, que contaba con muy poco presupuesto, además la Asociación Física Argentina se encontraba disuelta y no tenía influencia. El proyecto impulsado finalizó en 1986 y respondió a intereses sectoriales, en el que se apostó a un único propósito sin consultar otras opiniones sobre la utilidad del mismo.

– ¿En Brasil ocurrió lo mismo?

También el LNLS fue decidido por una dictadura, con un fuerte componente autoritario que en una democracia hubiera sido imposible. Un aspecto interesante a destacar en el caso de Brasil es que los fondos del proyecto no eran suficientes para lograr la energía que necesitaban los físicos, pero sí alcanzaba para experimentos de los biólogos, que resultaron clave al ser consultados. Así, pudieron desarrollar y llevar a cabo técnicas de difracción y análisis molecular, una utilidad que en la Argentina habría pasado desapercibida. Mientras que el gobierno de facto de la Argentina impuso medidas neo-conservadoras, el de Brasil adoptó una política económica de desarrollo industrial impulsada por el estado como rol central, donde se apuntaba a una modernización como resultado de la ciencia y la técnica.

– ¿Por qué cree que los brasileños implementaron los proyectos en forma más práctica y con una política orientada a la industria local?

El LNLS de Brasil atendió al complejo universidad-industria y fue concebido como un verdadero laboratorio nacional, con un mejor consenso entre el sector civil y el militar. La articulación entre ciencia e industria se llevó a cabo en forma más efectiva.

– ¿Qué rol le cabe al estado en los proyectos de Big Science?

Se trata de proyectos estatales donde se requieren grandes sumas de dinero e infraestructura, generalmente son estratégicos y entonces se da participación a las Fuerzas Armadas dentro de un marco impulsado por el estado. Además, en los países en desarrollo el sector privado no invierte en investigación o no le interesa, y las transnacionales lo hacen en sus propios países y no aquí.

– Para nuestro país, ¿el resultado en relación a estos proyectos iniciales de investigación nuclear fue positivo?

No estoy seguro de que el resultado haya sido positivo, no analizamos ese aspecto, se necesitan elementos para la evaluación, un conocimiento experto, sociólogos. La propia comunidad científica no lo hizo, tal vez por incapacidad o por mala fe.

– ¿Cómo influyeron este tipo de proyectos en los vínculos con las organizaciones científicas del país?

Los proyectos denominados “Big Science” necesariamente deben incluir el diálogo entre los mismos sectores científicos. Cuando se tiene poco presupuesto, se debe discutir cómo se lo usa, evaluar y buscar el consenso dentro de las distintas miradas y opiniones existentes. Nuestros principales organismos de ciencia fueron creados en la década de 1950, y quizás, los intereses sectorizados existentes fueron un ejemplo de la falta de una política centralizada, coordinada y organizada de gestionar y administrar recursos para la ciencia con una estrategia común y consensuada.

– ¿Cuál sería la reflexión final?

Lo que muestra nuestro trabajo es la cantidad de obstáculos que enfrenta un país periférico para la instrumentación de un proyecto de este tipo, la formación de recursos humanos y la burocracia existente para la compra de equipos, por ejemplo. Es interesante analizar cómo se invierten los sentidos al hablar de Big Science en los países centrales y en los periféricos. Mientras que en Estados Unidos o Europa los proyectos de Big Science generan polos de desarrollo científico, social y tecnológico, en el caso nuestro es al revés, se acentúa el desarrollo de los ya existentes. Muchas veces la copia de los modelos externos no funciona y se deriva en situaciones que en principio no se buscaron.