(30/4/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller)-. La doctora María Antonia Muñoz de Malajovich estudió Licenciatura en Ciencias Biológicas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. En 1966, a causa de la intervención militar en la Universidad con su “noche de los bastones largos”, se trasladó a Chile donde trabajó para el Ministerio de Educación Pública, en el Centro Nacional de Formación de Profesores. En 1976 se exilió en Brasil, donde cursó la Maestría y el Doctorado en Genética en la Universidad Federal de Río de Janeiro y trabajó como docente e investigadora en varias instituciones. Está vinculada desde 1987 a la World ORT en el área de biotecnología. Actualmente, es Coordinadora del Curso Técnico de Biotecnología en el Instituto de Tecnología ORT de Río de Janeiro. Su obra Biotecnología, auspiciada por ARGENBIO, fue recientemente publicada por la Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes.

-¿Qué fue lo que la motivó a dedicarse al estudio de la biotecnología?

Me licencié en Ciencias Biológicas en 1966, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). En esa época, mis colegas y yo queríamos ser científicos y dentro de esa concepción pensábamos que la tecnología era importante, pero que serían otros quienes la desarrollarían. Con el tiempo vimos como la ciencia y la tecnología iban acercándose, y cuando se comenzó a hablar de biotecnología me pareció fantástico, porque era evidente que el conocimiento generado tendría aplicaciones directas que podrían traer un enorme beneficio para la humanidad. Eso fue en 1987, cuando ORT Brasil me invitó a integrar un grupo de trabajo a fin de elaborar un estudio preliminar sobre el desarrollo de la biotecnología en ese país.

-Era una época en la que la biotecnología empezaba a ser discutida frecuentemente, no sólo en el ámbito científico sino también en otros círculos.

Así es. A mí ya entonces me parecía evidente que al estrechar la relación entre ciencia, tecnología y sociedad, la biotecnología tendría un gran impacto en la vida cotidiana y que precisaríamos analizar sus fundamentos y las tecnologías disponibles para saber donde terminaba la realidad y donde comenzaba el mito. Sin embargo, el impacto de la revolución tecnológica solo comenzó a sentirse a partir de la década de 1990 cuando se logró diseñar métodos de producción de enzimas y biopolímeros, obtener energía a partir de biomasa, tratar residuos y efluentes industriales, biorremediar la contaminación ambiental, cultivar plantas con características agronómicas novedosas, refinar el mejoramiento genético de los rebaños y elaborar mejores vacunas, entre otros avances. Fue en esa época que me entusiasmé con el tema y no lo abandoné nunca más.

– ¿Qué la impulsó a escribir el libro Biotecnología?

El poco material disponible para estudiar estaba en inglés y era muy especializado para el nivel de mis alumnos. Entonces comencé a preparar apuntes para que pudieran estudiar. Poco a poco fui acumulando el material, diciéndome a mi misma que algún día escribiría un libro sobre qué es la biotecnología y cómo transforma el quehacer humano. Hubo también un hecho circunstancial que provocó la materialización del texto. La oportunidad se dio gracias a un ex-alumno, que escribía libros de hardware de computadores. Al saber que su editor estaba interesado en publicar algo sobre biotecnología, me puso en contacto con él. Tardé nueve meses en escribir la primera versión del libro en portugués, que en realidad es fruto de un proceso que duró unos quince años. Y ahora, con esta publicación en español del texto ampliado y actualizado espero conseguir una divulgación mayor, tal vez en toda América Latina.

– ¿Cómo ha enfocado el libro?

Lo dividí en dos partes, la primera aborda los fundamentos de la biotecnología y la segunda expone como incide en la sociedad. Pensé el libro para un público diversificado de alumnos universitarios y personas que necesitan entender qué es la biotecnología, aunque no tengan una formación científica profunda, o sea, que también está dirigido al público en general. Considero que la sociedad en su conjunto debe comprender qué es la biotecnología y cuáles son sus implicaciones para discutir los beneficios que puede generar y los límites que hay que imponer. Tenemos que pensar qué vamos a hacer con esos conocimientos multidisciplinarios y como los vamos a aplicar.

– ¿Resulta difícil tomar la decisión de concluir un libro sobre un tema tan vasto y dinámico?

Por más que una lo intente, resulta casi imposible abarcar el desarrollo actual de la biotecnología. Cada día surgen nuevas aplicaciones industriales, agropecuarias, alimentarias, medio ambientales y energéticas, entre otras. Pero de todos modos este libro es lo bastante amplio como para ilustrar el ciclo de expansión actual, y eso es importante para poder discutir, analizar, fomentar o limitar sus aplicaciones. Porque pasado este ciclo, cuando los avances científicos se incorporen a la sociedad, ahí la biotecnología se volverá invisible. Es lo que pasó con otras tecnologías como la telefonía, por ejemplo, que es parte del paisaje cotidiano. A la mayoría de las personas no les interesa saber como funciona el teléfono, sino que funcione sin problemas; si se rompe, lo tirás y comprás otro. Dado que la biotecnología todavía tiene visibilidad, es importante que la gente sepa que no se trata de un asunto tan difícil, que no es un bicho de siete cabezas. Los ciudadanos, los científicos y el sector político deben participar activamente del debate para definir qué es lo que queremos en nuestra sociedad. Es una discusión que debe promoverse, porque la biotecnología puede generar valiosos aportes en el desarrollo de un país.

-Dentro de la biotecnología, ¿Hay aspectos más polémicos que otros?

No olvidemos los fenómenos mediáticos que rodearon a Dolly, la primera oveja clonada y a Polly, otra oveja a la que se le insertó un gen para que produjera una proteína humana en la leche. En la Argentina, también alcanzó popularidad Pampa Mansa, una vaca clonada y transgénica productora de hormona de crecimiento. A mí me llama la atención que los animales sean ídolos, muy simpáticos, muy queridos, y las plantas no. Suele haber poca resistencia en lo que se refiere a las vacunas hechas con un organismo genéticamente modificado, sin embargo, la ingesta de un aceite hecho a partir de una semilla genéticamente modificada despierta temores en alguna gente, sobre todo en Europa. Surge entonces la pregunta ¿Lo que se come es más peligroso que lo que se inyecta?

-¿Y cómo responde usted a esa pregunta?

A mí me llama la atención la incoherencia y creo que el temor depende mucho de la intensidad de determinadas campañas publicitarias. Hay grupos de presión, de opinión, muy grandes, además de intereses económicos que se ven enfrentados. En realidad yo no veo mucho peligro en las tecnologías en sí, por lo menos en las que conocemos como tecnología del ADN o la ingeniería genética. Hasta ahora no hubo ningún problema real, ningún accidente. Es cierto que han surgido polémicas como las que despiertan las investigaciones con las células madre embrionarias, pero son cuestiones más de índole ética que científica. Hay que tener en cuenta que la biotecnología está hecha por gente responsable, no por científicos locos. Está hecha por un conjunto de científicos, tecnólogos, administradores, economistas y otros profesionales que piensan lo que hacen. Cabe preguntarse si el uso de la tecnología será evaluado a partir de imágenes publicitarias o a partir del conocimiento y comprensión de sus características, indudablemente la mejor alternativa.

-¿Cuáles son los factores que frenan el avance de la biotecnología?

Sobre todo ciertas organizaciones civiles, ciudadanos preocupados de que la biotecnología produzca daños ambientales serios. Reivindican mucho el principio de precaución, “no sabemos”, “es peligroso”, es un “por si acaso” que no se basa en evidencias científicas. Adoptan una actitud muy negativa. Es cierto que las precauciones son necesarias, pero no podés tener una actitud negativa a priori, “no voy a salir de mi casa, me puede atropellar un coche, me puede pasar esto”. Hay que salir, verificar la luz en el semáforo, mirar a ambos lados y cruzar la calle. Se deben tomar decisiones de forma racional, no en base a temores o falta de conocimiento. Una vez definidos los alcances que pueden tener determinados avances científicos, la sociedad en su conjunto debe definir cómo insertar las nuevas tecnologías en un contexto que garantice el respeto a principios éticos fundamentales. Porque la tecnología en sí no es ni buena ni mala, todo depende del uso que le demos.

– ¿Pero es fácil reconocer los alcances y limitaciones de las aplicaciones de una tecnología?

No siempre son fáciles de reconocer en un mundo globalizado, cada vez más complejo. Vimos recientemente como el uso de maíz como materia prima para obtención de etanol en los Estados Unidos tuvo consecuencias serias para el pueblo mexicano, que vio aumentar significativamente el precio de un alimento básico. Ejemplos como este hay muchos.

-Desde su punto de vista, ¿Cuáles son los factores que influyen en el desarrollo de la biotecnología?

La educación es fundamental para reconocer los alcances y las limitaciones de la biotecnología. Ciencia y tecnología son parte de nuestra cultura y su difusión es una prioridad si no queremos correr el riesgo de quedar encajonados entre dos alternativas: el rechazo a la racionalidad o la aceptación del dominio de los científicos. Por otra parte, es importante que además de las empresas privadas de biotecnología, exista apoyo del Estado al desarrollo de la biotecnología en lo que se refiere a la investigación. Si no queremos las vacunas que son elaboradas en el exterior, tenemos que tener institutos que hagan vacunas para atender a la población, si no nos gustan las plantas transgénicas de determinadas empresas, entonces produzcamos las nuestras.

– ¿Qué opina sobre el potencial de la biotecnología en Argentina?

La biotecnología se desarrolla en cada lugar de manera diferente, porque cada país tiene sus prioridades y sus condiciones locales. Yo veo la biotecnología en Argentina como algo muy prometedor. Se está desarrollando sólidamente porque el país tiene un nivel cultural muy alto y, además, hay organismos nacionales que en la actualidad están invirtiendo en ciencia y tecnología. Diría que hay un interés y un despertar muy fuerte de la biotecnología.

– En su libro, se pregunta: ¿cómo evitar que aumente la distancia científico-tecnológica entre los países desarrollados y en desarrollo? ¿Cómo respondería esta pregunta?

No sé la respuesta. Pero estaba pensando en la situación que se está viviendo en Brasil, donde diversas organizaciones de ambientalistas que se oponen fuertemente al desarrollo de la biotecnología local usan diversos recursos para frenar las investigaciones. Esta situación hace que la biotecnología crezca sin un planeamiento claro, siguiendo meandros y desvíos, lo que implica una enorme pérdida de tiempo y obliga al país a tener que comprar productos caros hechos afuera, obviamente, en un país más desarrollado. Este contexto de atraso aumenta la dependencia del país, que pierde la oportunidad de ganar riqueza y de crecer intelectualmente.

-Otra de las preguntas que se plantea en el libro es, ¿Cómo se verán afectados los rumbos de la investigación científica y tecnológica con la creciente disminución del financiamiento público y la entrada del financiamiento privado?

Esa es otra duda que siempre he tenido. Si la investigación es financiada por las empresas, obviamente va a haber un desvío de los fondos disponibles, no necesariamente hacia temas que son importantes desde el punto de vista nacional, pero sí hacia aquellos que lo son para el sector privado y que garanticen ganancias y buenos negocios. Hay problemas de salud que las grandes empresas no estudian o, si lo hacen, les dedican fondos insuficientes. Es el caso de la malaria, una enfermedad tropical que se da en países pobres que no podrían pagar el costo de las vacunas que se podrían desarrollar. Cuando uno analiza los medicamentos que se están produciendo, se da cuenta que la mayoría no están dedicados para tratar males que afectan a los países del tercer mundo, más bien están dirigidos a una población de más edad y con dinero, que habita en países ricos. Obviamente los gobiernos de los países pobres deberían tomar cartas en el asunto y fomentar el desarrollo local de la biotecnología a fin de aprovechar sus beneficios y al mismo tiempo fomentar su independencia. ¿Pero qué va a pasar? Tampoco lo sé.

– ¿Cómo visualiza el futuro de la biotecnología?

Creo que dentro de poco tiempo la biotecnología estará presente en todos los aspectos de la vida cotidiana. Tengo la suerte de vivir un momento histórico y de testimoniar su evolución. Presencié su nacimiento y probablemente voy a llegar a ver el final de esta fase de expansión. Una experiencia única para alguien que se interesa por ciencia y tecnología.

EL LIBRO “BIOTECNOLOGÍA”

El libro Biotecnología, de la doctora María Antonia Muñoz de Malajovich, fue publicado por la Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes y contó con el auspicio de ARGENBIO.

No sólo abarca los fundamentos de la biotecnología, sino que también introduce al lector en sus aplicaciones industriales, agrícolas, pecuarias, alimentarias, medio ambientales y energéticas.

Además de abordar los dilemas éticos generados por el desarrollo de la biotecnología, la doctora Muñoz de Malajovich ayuda al lector a ver cómo modifica la vida cotidiana de las personas y le brinda elementos para adoptar una posición con respecto a los alcances de esa disciplina.

El libro demuestra que la producción de conocimiento puede ser una herramienta clave para el desarrollo de un país. Se trata de una obra valiosa para cualquier persona que desee comprender el creciente desarrollo de la biotecnología en el mundo y en el país.