Aunque ya casi fue erradicada como dolencia pediátrica en el mundo occidental, todavía ocurren casos aislados de escorbuto infantil en los países en vías de desarrollo. Se trata de una enfermedad nutricional que puede provocar la muerte por falta de vitamina C. En la Argentina, médicos del Ramos Mejía acaban de difundir en una publicación internacional de dermatología el caso de un bebé de 10 meses que ingresó al hospital con esa patología.

(7/3/07 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – Llegó al Hospital Ramos Mejía del porteño barrio de Balvanera llorando, con las encías inflamadas y la lengua violeta. Tenía fiebre, no quería comer, se le habían hinchado los tobillos y sostenía las piernas, inmóviles, en posición de rana.

Los médicos de la División Pediatría del Hospital, que depende del Gobierno de la Ciudad, empezaron a hacer preguntas y descubrieron que el bebé, de diez meses de vida, había sido alimentado únicamente con leche de vaca diluida.

Bebés sin vitamina C, rareza del siglo XXI

“Nunca había recibido alimentos sólidos, vitamina C ni suplementos de hierro”, explicó la doctora Margarita Larralde, jefa de Dermatología Pediátrica del Ramos Mejía, junto con un grupo de colegas, en un informe sobre el caso, que acaba de ser presentado en la revista especializada International Journal of Dermatology.

Ante la sospecha de que se tratara de escorbuto infantil, en ese momento los médicos indicaron pruebas de sangre y radiografías. Los estudios revelaron que el bebé presentaba una ligera anemia, problemas de mineralización en los huesos (osteopenia) y las uniones de las costillas pectorales sobresalidas como las cuentas de un rosario.

“Enseguida se procedió a la administración oral de vitamina C, vitamina D, hierro y ácido fólico. Dentro de las 96 horas se observó una mejoría drástica en el estado general del paciente, las lesiones gingivales y la pseudoparálisis”, explicaron Larralde y su equipo, integrado por los doctores Andrea Santos Muñoz, Paula Boggio, Vanesa Di Gruccio, Isaac Weis y Adolfo Schygiel.

Dada la rápida respuesta de la criatura al tratamiento, los médicos confirmaron el diagnóstico de escorbuto infantil, enfermedad nutricional causada por la ingesta deficiente de vitamina C, ya muy poco frecuente entre la población pediátrica.

“Es un caso excepcional, que ocurrió hace cinco o seis años. Justamente lo publicamos por la rareza del escorbuto en la Argentina. Era un chico de la provincia de Buenos Aires, pero no provenía de un medio socioeconómico demasiado bajo. Lo derivó la pediatra, que no había pensado esa posibilidad. Sólo los pediatras mayores lo reconocen fácilmente, porque antes era algo muy común”, comenta en diálogo con Agencia CyTA la doctora Larralde.

Consultado sobre la incidencia del escorbuto en la Argentina, el doctor Domingo Longo, director de la Región Metropolitana de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), confirmó la excepcionalidad del hecho.

“Se trata de una patología no prevalente –explicó Longo-. Son casos muy aislados, por lo cual no contamos con datos estadísticos para la región metropolitana. Tampoco existen datos oficiales a nivel del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, ni del Ministerio de Salud de la Nación. Sólo existen publicaciones a propósito de algún caso, como uno descrito en 2004 en la revista del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez”.

“Hoy en día, el escorbuto infantil aparece por alguna causa muy especial –continuó el funcionario de la SAP-. Puede deberse a una patología social, como sucedió en el Ramos Mejía, o a la falta de absorción de la vitamina C. Debemos tener en cuenta que en América Latina está muy promulgada la incorporación de las vitaminas C y D a la dieta de los recién nacidos”.

La doctora Larralde también ensayó su hipótesis sobre el caso del Ramos: “Se debió seguramente a que el chico tomaba leche diluida, ya que la madre no le daba ningún otro aporte. Fue un problema de puericultura, de enseñanza de la madre. Si el chico hubiese sido alimentado con leche de pecho, que contiene vitamina C, no habría ocurrido”.

La vitamina C, una molécula de la familia de los azúcares que se encuentra en los cítricos, las verduras de hoja verde, la carne cruda, la leche humana y la de vaca, es conocida en la terminología médica como “ácido ascórbico”, justamente por su probada efectividad contra el escorbuto.

Los animales la producen de manera espontánea, pero las personas necesitan incorporarla a la dieta para que el metabolismo funcione bien. Si no se ingiere la cantidad suficiente, a los pocos meses comienzan a manifestarse los síntomas de la enfermedad.

“La mayor parte de las veces, los afectados de escorbuto son chicos de entre seis meses y un año. Los casos neonatales son poco frecuentes porque la leche materna contiene toda la vitamina C que necesita un recién nacido”, señala Larralde.

Riesgo de vida

Conocido también como enfermedad de Barlow -en honor al médico británico que describió por primera vez sus manifestaciones clínicas-, el escorbuto se caracteriza por problemas de coagulación y formación de colágeno, lo que ocasiona hemorragias en la piel, las mucosas y los músculos.

Los chicos que lo padecen presentan el cabello quebradizo, la piel pálida y seca, cambios en las encías, pérdida de dientes, hinchazón en las extremidades bajas y debilidad muscular. Además, les duele todo el cuerpo y sufren una pseudoparálisis en las piernas, por lo que se resisten a ser alzados o caminar.

En algunos casos, el escorbuto lleva a la depresión y muerte súbita. “Es muy importante que los dermatólogos tomemos conciencia de los signos dermatológicos del escorbuto para llegar a un diagnóstico rápido y correcto de la enfermedad, que es potencialmente letal”, afirma Larralde.

Como los análisis de laboratorio sólo detectan el consumo reciente de ácido ascórbico, la medicina se apoya en el examen clínico y las radiografías para dar con un diagnóstico certero. El tratamiento con vitamina C es, al fin y al cabo, la prueba irrecusable.

“La mejoría comienza a las 24 horas, el dolor disminuye al cabo de dos o tres días, las lesiones en las encías y los problemas óseos ceden en algunas semanas. El escorbuto no deja secuelas permanentes, salvo la pérdida de dientes”, señalan los médicos.

¿La cara visible de la desnutrición?

“En los países en vías de desarrollo –advierten Larralde y sus colegas- el escorbuto va casi siempre acompañado de desnutrición, con déficit de proteínas y calorías.” Para los médicos, el caso del Ramos Mejía revela que “a pesar de ser muy poco frecuente, el escorbuto todavía está presente en la población pediátrica, en especial en los países en vías de desarrollo”.

En la actualidad, la ingesta deficiente de vitamina C es también un problema no reconocido entre los adultos de los países más ricos. En 1998, un estudio realizado en una clínica de Arizona, Estados Unidos, reveló que el 6,3% de las personas tenía concentraciones deficitarias de vitamina C en plasma y el 30,4% registraba niveles bajos de esta vitamina, conocida por su gran poder antioxidante, su capacidad de facilitar la absorción de hierro y de proteger al organismo contra la difteria, el tétanos y la fiebre tifoidea, entre otros males.

Los expertos sitúan el origen del trastorno a fines del siglo XIX, cuando se difundió en el mundo occidental la costumbre de hervir la leche – ahora se sabe que calentar la comida en exceso anula las propiedades de la vitamina C- y las marcas comerciales comenzaron a fabricar alimentos para bebés.

En la Edad Media y principios del Renacimiento, la enfermedad había hecho estragos entre los navegantes, que raramente llevaban frutas y hortalizas frescas o alimentos de origen animal abordo, problema que luego se resolvió con la provisión de jugo de limón antes de iniciar las travesías.