Se aproxima una inminente reforma educativa. Es necesario que aquellos que intervienen directamente en ella recuerden que la educación y la ciencia van de la mano, de modo que invertir en educación es una forma indirecta de invertir en ciencia y la tecnología, indispensables para el desarrollo.

(9/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por María Cristina Chaler) – La investigación científica no es fácil. Para avanzar en ella se necesita poseer tesón, vocación y una fuerte voluntad para no desmoralizarse ante los fracasos.

El científico debe estar dotado de una curiosidad innata, que lo lleve a observar lo que lo rodea de una manera diferente a como lo hace el común de la gente. Se plantea problemas y hace cuestionamientos que, a quien no posee su espíritu, ni siquiera lo inquietan. Pasará largas horas investigando, planteando distintas soluciones y probando en forma experimental si lo que supone es correcto o no.

La inquietud del investigador mueve enormes energías que lo llevan a profundizar en el estudio, para finalmente lograr el descubrimiento. Pero los tiempos de la ciencia no son cortos, se necesitan años de esfuerzo para ir logrando pequeños avances. Se requiere de mucha paciencia, ya que en el camino se tropieza con hipótesis que se caen, a pesar de haber trabajado mucho en ellas, lo que muchas veces obliga a comenzar prácticamente de cero, sin desmoronarse ante la frustración.

El espíritu científico es ávido de saber y debe afirmarse en el esfuerzo diario, gratificándose con el conocimiento y los pequeños logros en su avance. La ciencia no es individualista, se retroalimenta y es el resultado de un trabajo de equipo. La comunidad científica va publicando sus descubrimientos para que, a su vez, otros miembros de la misma hagan uso de ellos y así puedan seguir avanzando en las investigaciones.

Un ingeniero toma aquello que el científico descubre. Aplicando su “ingenio” construye herramientas, maquinarias, instrumentos tecnológicos, elabora productos que se usarán para el confort, el progreso y la salud de la humanidad. Se necesita creatividad para ello, porque hay que tomar lo que la ciencia pura da y buscarle una aplicación práctica. Ésto no es fácil de lograr, se necesitan muchas pruebas y errores, cálculos fallidos, diseños descartados, hasta llegar a optimizar un producto. Ciencia y tecnología, trabajando para el bien, permitieron el progreso de la humanidad, alargaron el promedio de vida, mejoraron las comunicaciones y nos dieron confort.

Para que un país tenga hoy una inserción digna en este mundo globalizado es indispensable su avance científico y tecnológico. Nuestro país tiene todos los potenciales para ello. Posee un territorio extenso con enormes riquezas por explotar, un clima privilegiado, flora, fauna, agua, un rico subsuelo y mucho más aún por descubrir. Pero todo esto, si no esta acompañado de capital humano preparado para explotarlo, no servirá de mucho.

Para el aprovechamiento económico racional de la riqueza de un país es necesario planificar acciones y generar proyectos que den resultados provechosos, y para ello es imprescindible contar con material humano capacitado técnica y científicamente.

Como comente en notas anteriores, para lograrlo es necesario revalorizar el esfuerzo y educar con seriedad. El facilismo no forma científicos ni profesionales eficientes, ni siquiera obreros capacitados, sólo forma personas aptas para la corrupción, porque están acostumbradas a conseguir lo que desean fácilmente, buscando los caminos más rápidos y de menor esfuerzo. Estos, en la mayoría de los casos, no son los más éticos.

Una persona formada de esa manera posee una fragilidad que ante el primer escollo se derrumba y resulta ser una carga hasta para sí misma. Para despertar vocaciones científicas es necesario incentivar el esfuerzo, el deseo de estudiar y la capacidad de sacrificio. Hay que incrementar el estudio de las ciencias puras desde la escuela primaria.

Esto exige desandar el camino que hemos estado andando en estos últimos años. La mala educación o la educación pobre no producen vocaciones científicas. Y quienes por naturaleza la tuviesen, tampoco la podrían desarrollar, porque carecerían de las armas y de los conocimientos básicos para poder hacerlo.

Si el día de mañana tenemos un problema de salud, querremos estar en manos de excelentes médicos. Esos excelentes profesionales estarán a nuestro lado sólo si hoy los formamos como tales, de lo contrario estaremos librados a nuestra suerte

Educar es construir el futuro de nuestro país, es asegurarnos el progreso y la prosperidad del mañana. A largo plazo la educación es una inversión indirecta en ciencia, tecnología y salud, y una clara posibilidad de desarrollo que otros países no dejan pasar de largo.

María Cristina Chaler es Licenciada en Ciencias Químicas (UBA), egresada del Profesorado en Disciplinas Industriales (INSPT – UTN) y del Posgrado en Dirección y Administración de Instituciones Educativas, del Instituto Superior del Profesorado Joaquín V. González, con amplia experiencia en la creación de métodos rápidos de aprendizaje de las Ciencias Exactas (nivel Universitario y medio) y en la articulación de la enseñanza media y universitaria para el aprendizaje de Ciencias.