(19/07/06 – Agencia CyTA–Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane y Ricardo Gómez Vecchio)-. Andrés Bercovich es bioquímico, fue investigador del CONICET y se doctoró en virología en la UBA. En 1991 ingresó a la compañía argentina Bio Sidus, donde coordina desde hace tres años los proyectos de desarrollo tecnológico. En esta charla, plantea que la biotecnología permite amalgamar la salud, la agricultura y la ganadería a través de emprendimientos de investigación-producción que repercuten positivamente en la economía nacional.

-¿Cómo llegó a Bio Sidus?

-Soy bioquímico. Como muchos compañeros, empecé trabajando en el CONICET. Hacía virología en el Hospital de Niños. Realicé investigaciones sobre los rotavirus y después sobre el virus de papiloma y su relación con el cáncer, tema sobre el que hice mi tesis. En Bio Sidus estoy desde el ’91. Trabajé primero en biología molecular, dentro del Laboratorio de Ingeniería Genética. Luego, en la parte de producción, en fermentación de bacterias recombinantes, y desde hace tres años estoy en desarrollo tecnológico, coordinando diferentes proyectos.

-¿Cómo está organizada la investigación dentro de Bio Sidus?

-Aquí la llamamos “desarrollo”, porque está orientada hacia la biotecnología en sus distintos aspectos. Dada la transversalidad que tiene la biotecnología, utilizamos sus técnicas no sólo en el campo farmacéutico, sino también en otras áreas, como la agricultura y la ganadería. Hay dos tipos de desarrollo: el productivo, que es el desarrollo inmediato para un producto que debería salir al mercado en uno o dos años y el desarrollo a largo plazo, que en el fondo también tiene finalidades productivas. En este último caso, estamos trabajando en tres grandes ramas: agronegocios, terapia génica y uso de animales transgénicos como método para producir proteínas de interés farmacológico.

-¿Qué están investigando en agronegocios?

-Estamos trabajando en un proyecto para mejorar las características nutricionales de la papa, colocándole un gen de una proteína de amaranto. Otros, más avanzados, incluyen la generación de papas con resistencia a virus y herbicidas. Eso es lo que nosotros llamamos biotecnología agrícola.

-¿Y en terapia génica?

-El proyecto de terapia génica tiene aplicación en cardiología y revascularización de miembros inferiores. Lo estamos llevando adelante junto con la Fundación Favaloro. Nuestra mayor apuesta son los desarrollos propios. El proyecto desarrollado con terapia génica es una metodología nuestra: no descubrimos el gen, pero el tratamiento es nuestro y el trámite de patentamiento está en curso.

-¿Para qué tipo de problemas se indica el tratamiento?

-Para isquemia cardíaca, no sólo procesos isquémicos crónicos, que son consecuencia de aterosclerosis o infartos, sino también isquemia periférica o de los miembros. Hemos trabajado mucho a nivel preclínico y ya tenemos la aprobación de la ANMAT para hacer nuestro primer estudio clínico en pacientes, que se va a realizar en el Instituto de Cardiología de la Fundación Favaloro. Va a llevar varios años, porque los estudios clínicos se hacen en tres fases. Al terminar cada una hay que evaluar los resultados.

-¿Sería una droga? ¿Cómo se aplicaría?

-Sí, la droga es el ADN mismo, con sus especificaciones, como cualquier producto farmacéutico. Se aplica por inyección local en pacientes con isquemia crónica que no tienen otra posibilidad de tratamiento. Es gente que tiene un grado de invalidez importante. Como tienen una isquemia generalizada, el by-pass no es una solución. No se los opera, no les abren el pecho, sino que se les pasa un catéter por una arteria femoral hasta el corazón y ahí se inyecta el ADN en la zona isquémica.

-¿Por única vez?

-Sí. El ADN entra en algunas de las células y, según vimos en los animales, produce nuevos vasos, también nuevas arterias, y para nuestra sorpresa, regenera los miocardiocitos, que son las células musculares del corazón. Eso fue sorprendente porque se suele pensar que el corazón es un tejido que no se regenera. Si encontramos cosas similares a las que vimos en los animales, se van a lograr cambios funcionales e histológicos impresionantes.

-¿Dónde se encuadra el proyecto “Genoma Blanco”?

-Es también uno de los que coordino, pero no tiene nada que ver con los demás. Surgió hace tiempo, aunque ahora empieza la etapa biotecnológica propiamente dicha.

-Ese proyecto consiste en describir microorganismos de la Antártida, en colaboración con el Estado. ¿Cómo surgió la iniciativa?

-Bio Sidus empezó a sentir cierta fascinación por la biotecnología en general. Una vez que vimos ese poderío, nos vimos tentados a meter las narices en otros aspectos como los vegetales. Luego vino este proyecto, que nació en realidad por un interés de hacer soberanía científica. Bio Sidus es una empresa cien por cien argentina, al igual que Sidus, que nació en 1938. Empezamos a conversar con el Instituto Antártico Argentino y la Dirección Nacional del Antártico. Hubo un interés de describir estos microorganismos y de hecho hay una aplicación muy directa de lo que podemos hacer.

-¿Cuántas personas trabajan en Desarrollo Productivo en Bio Sidus?

-El staff de Desarrollo Productivo de Bio Sidus de está compuesto por 15 personas. Muchas veces se contratan servicios para completar algunos aspectos de ciertos proyectos. En Desarrollo Tecnológico somos unas 10 personas más.

-¿Los proyectos de desarrollo son todos propios de la empresa?

-No, el grado de participación de Bio Sidus varía entre el cien y el treinta por ciento. Algunos son propios, otros compartidos por partes iguales con otras instituciones y en otros Bio Sidus interviene poco al principio, pero eventualmente alcanza una participación más fuerte. En el proyecto de animales transgénicos hasta ahora la mayor parte de la gente es de Bio Sidus, ya sea contratada o del staff, aunque todavía queda una consultoría externa en transferencia embrionaria que hace la supervisión. En ese y en el de vacas transgénicas hay incluso propiedad intelectual solicitada por nosotros a nivel internacional. Por otro lado, hay proyectos donde se hace simplemente un apoyo, como cuando vienen grupos de investigación con determinada idea y se la analiza. Si tiene alguna probabilidad de aplicación, en una etapa inicial Bio Sidus hace poco y nada, pero una vez que la adopta ya tiene que ponerla en un contexto industrial.

-Dado que ya están trabajando en exportación, ¿qué expectativas comerciales tienen?

-Queremos ubicar más productos en el mercado. El año pasado se lanzó el interferón beta, que llevó unos cuantos años de desarrollo. Ahora estamos trabajando con una paratohormona, que va a ser nuestro próximo producto y eso a nivel comercial impacta, porque abre el espectro de productos que uno tiene para ofrecer. A mediano plazo, hay un proyecto muy fuerte, que es el mercado de fármacos biogenéricos.

-¿Qué se entiende por biogenéricos?

-En los años ‘70 empezaron a patentarse los genes y aplicaciones de productos biotecnológicos, con los que se obtienen las proteínas recombinantes. La primera fue la insulina y después vinieron la hormona del crecimiento, el interferón y la eritropoyetina. La patente dura entre 15 y 20 años, y da una exclusividad productiva a determinadas compañías de Estados Unidos o Europa que las descubrieron o registraron. Ahora están caducando las patentes de los grandes productos de la biotecnología farmacológica. Estamos hablando de miles de millones de dólares.

-¿Una vez que caducan las patentes, pasan a ser genéricos?

-Sí, en el caso de los productos biotecnológicos, biogenéricos. Obviamente hay todo un trabajo legal de las grandes corporaciones para conseguir extensiones, pero a la larga pasan a ser biogenéricos. Es un tema muy polémico. En farmacología, con los genéricos no ocurre lo mismo. Se manejan pequeñas moléculas y la fórmula es siempre la misma. Por ejemplo, si uno hizo la aspirina y la patentó, a los 20 años puede venir otro, usar la misma fórmula y vender aspirina. En cambio, en el caso de las proteínas recombinantes, que son moléculas mucho más complejas, la cosa no es tan sencilla. Según cómo se las haga y el método de purificación que se utilice, el producto final va a ser distinto.

-Antes de que sean biogenéricos los pueden producir para los países no cubiertos por las patentes.

-Claro y eso es lo que hacemos. No sólo afuera, sino también en la Argentina. Ya tenemos más de 20 años de experiencia en proteínas recombinantes. En el caso de la eritropoyetina, que es un producto muy importante, tenemos la patente, el know-how y 25 millones de ampollas que ya se aplicaron. El público ya la utilizó, lo cual no es poco.

-Es un producto reconocido…

-Sí, y eso es muy importante, porque quiere decir que es nuestro momento de ir a Estados Unidos y a Europa, donde las magnitudes del mercado son muy grandes.

-¿Ya hay biogenéricos?

-Sí, ya hay biogenéricos de la hormona del crecimiento en Estados Unidos. Pero hay mucha discusión sobre cómo mirar a estas moléculas que están fuera de patente. A nivel regulatorio, se está hablando de biosimilares. Aparentemente lo que se va a pedir es demostrar que son similares, porque no se puede hablar de una identidad.

-¿Quién va a determinar eso?

-Bueno, hay toda una puja. Por un lado, están las corporaciones farmacéuticas que van a presionar para que los demás hagan muchos años de estudios clínicos hasta poder salir al mercado. Por otro lado, están los organismos de salud, con intereses igualmente fuertes, que son los que pagan los medicamentos.

-¿Cómo van a hacer ustedes para salir a los grandes mercados?

-Bio Sidus es una empresa muy chica como para ir sola a un mercado tan inmenso, así que está buscando socios de esos lugares a los que les interesen estos productos y puedan poner fuerza de marketing e inversión, porque hacer un estudio clínico cuesta millones de dólares. Eso sí, nos interesa que la producción se haga acá, es decir, que sea una exportación, aunque a través de un socio de Estados Unidos o Europa.

-¿Consideran que en este momento Argentina es un buen lugar para desarrollar biotecnología?

-Sí, el potencial es enorme. Sigue habiendo un sustrato científico muy fuerte y el país tiene mucha ventaja en agricultura y ganadería. Por otro lado, el argentino es muy abierto. Come soja transgénica y no tiene miedo, porque sabe que no es cualquier cosa, que está estudiada. Si bien el caso de Bio Sidus y algunos otros todavía son excepcionales, se aprecia en los empresarios una actitud abierta a incorporar tecnología.

-¿Hace falta incentivo del Estado?

-Sí, me parece que sería muy interesante que haya apoyo oficial, porque por ahora es muy chico. Es importante, por ejemplo, el apoyo que da la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, a través de los créditos FONTAR. Por suerte también se está trabajando con la ley de Biotecnología. Se supone que va a haber algunas exenciones impositivas para determinados proyectos. Sería suicida no hacerlo, porque una de las cosas que más ayudaron a salir de la crisis fue la exportación de soja transgénica, que es un producto biotecnológico. Hay pruebas de que la biotecnología impacta positivamente en la economía nacional. Y los funcionarios son conscientes de que si se apuesta a este tipo de cosas va a haber un rédito.