Investigadores de Australia descubrieron los buscadores de oro más diminutos que se conozcan: bacterias que toman del suelo compuestos tóxicos del codiciado metal y los transforman en oro puro. Los científicos ya sueñan con reproducir en el laboratorio esa hazaña del mundo silvestre.

(18/07/06 – CyTA–Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – Hasta ahora, los buscadores de oro tenían una sola versión de cómo se formaba ese metal precioso: la historia oficial sólo cuenta que las valiosas pepitas halladas en el lecho de los ríos y las profundidades de la tierra se forman gracias a procesos de desgaste que filtran la plata y el cobre o lavan el oro y lo transforman en solución, lo que permite que se acumule en distintos lugares.

Menos conocido es el hecho de que millones de diminutas bacterias trabajan en silencio para librar al oro sucio de sus impurezas. El oro sucio, mezclado con plata y cobre, se encuentra en las vetas de minerales como el cuarzo, a veces en concentraciones tan bajas que resulta invisible.

Frank Reith y colegas de la Universidad Nacional de Australia, con sede en Canberra, acaban de demostrar que ciertos microbios transforman el compuesto tóxico en pepitas de oro puro, según un reciente artículo de Nature.

Los investigadores visitaron minas de oro en New South Wales y Queensland, separadas por 3.400 kilómetros. “Extrajimos el metal, lo colocamos en bandejas y analizamos las pepitas. Aparecieron formas parecidas a paredes celulares. Eran resabios de bacterias encastradas en oro”, comenta Reith.

No es la primera vez que los geólogos expertos en la materia observan estructuras bacterianas en trozos de oro. Sin embargo, hasta ahora no se comprendía exactamente cuál era la relación entre las bacterias y los depósitos auríferos.

A través de un análisis genético, el equipo de Reith detectó en las películas bacterianas por lo menos 30 especies distintas de microbios. Una de las bacterias, identificada como Ralstonia metallidurans, sobrevive en soluciones de cloruro de oro tóxico. Los investigadores, que publicaron los resultados del trabajo en la revista Science, comprobaron que el microbio en cuestión precipita el oro para seguir viviendo.

“Puede ser que la Ralstonia precipite el oro para desintoxicar el ambiente. Parece que algunas bacterias quedan encastradas en el oro, mientras que otras crecen encima del metal, como un arrecife de corales”, explicó Reith a Nature.

Todavía falta conocer los detalles concretos del proceso, pero el descubrimiento ya entusiasma a los investigadores, a pesar de que sus aplicaciones potenciales parecen aún remotas. Entre otras posibilidades, se podría rastrear las bacterias como vía indirecta para encontrar oro o usar los microbios para producir partículas auríferas de interés industrial.

“Deberíamos intentar poner oro fluido en el suelo y añadir organismos —aventuró el autor—. ¿Encontraríamos pepitas? ¿Cuánto demoraríamos? ¿Meses, años, décadas?”