En los países en desarrollo, el dinero que envían los emigrantes a sus parientes tiene cada vez más peso en la economía. Nuevos estudios hablan de su efecto multiplicador, aunque advierten que las remesas sólo ayudan si los gobiernos aplican políticas nacionales de estímulo al crecimiento.

(10/04/06 – CyTA – Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane) – Las remesas –el dinero y los regalos que los inmigrantes envían a la familia y amigos que quedaron en su país de origen – están en el candelero. El tema fue objeto de una reciente conferencia en la ciudad de México y uno de los principales puntos del último informe anual del Banco Mundial sobre las Perspectivas Económicas para el año 2006. Hasta el presidente mexicano, Vicente Fox, llamó a los emigrantes de su país “héroes” por su generosidad.

¿Por qué las remesas despiertan tanto interés? Si bien el emigrante promedio envía apenas dos billetes de cien dólares por mes a casa, la suma total no es nada despreciable para las naciones receptoras de estas divisas. Estimaciones del Banco Mundial indican que los países en desarrollo recibieron el año pasado 167 mil millones de dólares de sus emigrantes, monto que duplica la ayuda financiera extranjera que obtuvieron en el mismo período, según informa Scientific American de abril.

En México, la fuerza de trabajo es el segundo rubro en importancia de las exportaciones, después del petróleo. En una década, el monto recibido se quintuplicó y ahora asciende a 18 mil millones de dólares, contando sólo lo que circula por vías oficiales. Para la economía de las Filipinas, las remesas también son una usina de oro. En 2004, estos envíos representaron el 13,5% del Producto Bruto Interno (PBI), y vienen creciendo un 20% por año.

En los años ’80, científicos sociales tildaban a las remesas de “dinero fácil”. Diversos estudios indicaban que los beneficiarios preferían hacer tours de compras en vez de invertir el dinero en abrir un pequeño negocio o comprar equipamiento agrícola. Además, muchos se volvían dependientes de ese dinero, y aquellos que no tenían la suerte de contar con algún pariente en el extranjero, quedaban postergados, lo que empeoraba la desigualdad social.

Sin embargo, en los últimos años nuevos estudios mostraron otra cara de las remesas, señalando el efecto multiplicador que tienen para el conjunto de la economía. Las familias pueden no invertir el dinero, pero los comercios donde hacen las compras de hecho lo hacen. Según un cálculo ampliamente citado, cada dólar que recibe el país suma 3 al PBI. En comparación con otras alternativas, como los paquetes de asistencia financiera o la inversión extranjera, las remesas parecen ser una vía más directa de llegada a las familias de bajos recursos.

Algunos países están buscando la forma de que las remesas contribuyan a estimular el crecimiento económico. Entre otras ideas, los gobiernos estudian la posibilidad de ayudar a las familias beneficiarias para que desarrollen microemprendimientos, tentar a los emigrantes prósperos para que vuelvan, bajar los enormes costos de transferencia de los envíos y convencer a los organismos internacionales de crédito para que los tengan en cuenta a la hora de otorgar créditos al país.

Pero nada parece tan importante como actuar para construir una economía sólida. Ayudadas por las remesas, algunas ciudades alcanzan la prosperidad, mientras que otras quedan atrapadas en un círculo de dependencia. “Si una zona está lista para el despegue económico, las remesas pueden ser útiles”, explica el economista laboral Philip Martin, de la Universidad de California, a Scientific American. “Si no, pueden prolongar la agonía de sus habitantes”, concluye el especialista.