Contrariamente a lo que suele creerse, el consumo de grasas no sería la causa más importante de la obesidad en los Estados Unidos.

(21-02-06 – CyTA-Instituto Leloir, Florencia Mangiapane) – Si bien está comprobado que una dieta baja en grasas ayuda a bajar de peso y, en las últimas décadas, su consumo promedio en ese país viene cayendo de forma sostenida, la cantidad de obesos es mayor año tras año.

La mayor potencia del mundo encabeza desde hace tiempo los índices internacionales de obesidad, seguida por los países en vías de desarrollo. En 2002, ya casi un tercio de los estadounidenses eran considerados obesos. El peso promedio de sus habitantes no paró de subir a lo largo del siglo XX, pero la tendencia recién hizo eclosión en los años 80, por una serie de factores históricos cada vez más visibles. No obstante, los estudios científicos revelan que una dieta rica en grasa no es la gran culpable de esa epidemia.

En la edición de febrero de Scientific American se afirma que el peso promedio de los estadounidenses aumentó por las grandes transformaciones que marcaron el desarrollo tecnológico, económico y cultural del país a lo largo del siglo pasado, como la invención del automóvil, la mejora en el poder adquisitivo de sus ciudadanos, los avances en la industria alimenticia y la disminución de la lactancia materna.

Con el automóvil, se extendió el empleo de oficina, en detrimento del trabajo manual, y la mayoría de los trabajadores gasta menos energía física. Además, el incremento del ingreso per cápita permitió a grandes capas de la población acceder a más y mejores alimentos, cada vez más económicos, calóricos y sabrosos, por los avances tecnológicos de las últimas décadas. Por si fuera poco, se fue perdiendo la costumbre del amamantamiento, que previene la obesidad en la adultez.

Las estadísticas muestran que los sectores más afectados por la enfermedad en los Estados Unidos son las mujeres, la población negra y los hispanos. Por eso, los científicos piensan que, además de la desigualdad en los ingresos, intervienen factores genéticos y culturales.