El tipo de alimentación que recibimos en la niñez condiciona nuestro desarrollo físico y mental y las enfermedades que podríamos experimentar en la adultez. Según un especialista argentino, es importante enseñar desde la niñez cómo combinar los nutrientes en las comidas para lograr una nutrición balanceada.

(31/3/03 – Agencia CyTA- Instituto leloir. Por Irene A. Maier (CIC) – Todos nacemos con un equipaje de genes que rige nuestro desarrollo físico y mental, y nuestra salud futura. Pero la exactitud con que nuestro organismo seguirá las instrucciones genéticas, dependerá en gran medida del tipo de comida que recibamos en la niñez. Según han comprobado diversas investigaciones médicas, la alimentación infantil condiciona no sólo la estatura, el peso y el desarrollo cerebral, sino también la respuesta hormonal en la adultez.

Esto significa que una mala nutrición temprana aumenta el riesgo de sufrir posteriormente obesidad, diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares o algunos tipos de cáncer (como por ejemplo el de mama). Los sectores de bajos ingresos son los más propensos – pero no los únicos – a sufrir las consecuencias de una alimentación deficiente.

Malnutrición

La mayoría de los programas para detectar desnutrición miden la relación entre el peso y la estatura de un chico, y la comparan con el valor promedio para su edad. \”Pero este parámetro no mide eficazmente si el niño está recibiendo el aporte de nutrientes necesario para su desarrollo integral\”, afirma el doctor en Medicina Horacio González, director del IDIP (Instituto de Desarrollo e Investigaciones Pediátricas). Este centro de investigación pertenece a la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC) y funciona en el Hospital de Niños Sor María Ludovica de La Plata.

El investigador explica que hace cerca de tres años el IDIP hizo una evaluación nutricional en miembros de familias bonaerenses carecientes. \”Encontramos que un 70% de los chicos menores de seis años de la muestra estadística tenía un peso normal, mientras que un 15% presentaba déficit de peso y el 15% restante tenía obesidad. Pero los análisis de sangre mostraron que en muchos niños había grandes deficiencias en micronutrientes esenciales -hierro, cinc, ácido fólico, vitaminas A y C-, independientemente de su contextura física. Por ello había una alta incidencia de anemia, que en los menores de dos años llegaba al 56%\”.

Las fuentes naturales de proteínas, micronutrientes y vitaminas son carnes, lácteos, vegetales y frutas. Pero su costo hace que no sean habituales en la mesa de las personas de bajos recursos. En cambio se consumen productos más baratos que principalmente aportan calorías, elaborados con cereales, azúcar y grasas perjudiciales (grasas saturadas e hidrogenadas).

Con ellos los chicos pueden aumentar de peso pero no alcanzan ni la estatura ni el desarrollo físico y mental correspondiente a sus genes. Al hacerse adultos, muchos se convierten en obesos porque su metabolismo está alterado y no ingieren los alimentos adecuados, incrementando los riesgos para su salud.

El papel de los micronutrientes

El principal aporte de hierro proviene de las carnes. Su deficiencia ocasiona en los niños pequeños y bebés en gestación un retraso en el desarrollo corporal y cerebral. Pero para poder utilizar el hierro, el cuerpo necesita de ácido fólico o vitamina B9, sustancia que se encuentra en los cereales integrales, vegetales verdes como la espinaca, en la soja y las carnes.

También el cinc participa en numerosas reacciones en el organismo, como la formación de glóbulos rojos o la generación de insulina, y ayuda a mantener y utilizar la vitamina A. Se lo obtiene de las carnes, huevos, lácteos, cereales integrales y legumbres.

\”Estos son los micronutrientes habitualmente estudiados. Pero si analizáramos la concentración en sangre de otros elementos que cumplen funciones muy importantes, como el cobre, selenio o manganeso, seguramente encontraríamos que en las personas mal alimentadas están por debajo de los valores necesarios\”, explica González.

En nuestro país se trata de compensar los problemas nutricionales con programas de asistencia, que distribuyen productos reforzados con hierro y ácido fólico a niños y mujeres embarazadas. Además, desde 2004, deben suplementarse con estas sustancias todas las harinas panificables.

\”Estas medidas son una gran ayuda, pero es más saludable ingerir los nutrientes esenciales directamente de alimentos naturales. Además sería importante enseñar desde la niñez cómo combinarlos en las comidas para lograr una nutrición balanceada\”, concluye el investigador.