(Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller) -.En el encuentro de nanotecnología que se realizó a fines de la semana pasada en la sede del Instituto Balseiro, en el Centro Atómico Bariloche, Agencia CyTA entrevistó a Alberto Lamagna, licenciado en Ciencias Físicas, egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA), experto en procesos de fabricación de micro y nano dispositivos y Gerente de la Unidad Investigación y Aplicaciones No Nucleares, Comisión Nacional de Energía Atómica – CNEA. Es uno de los fundadores del grupo MEMS dedicado al desarrollo de proyectos orientados a la creación de dispositivos elaborados con materiales nanométricos que tengan aplicaciones en el campo de la medicina, en el sector alimentario y en el Plan Espacial Argentino. Con el lago Nahuel Huapi de fondo, el experto reveló en la charla proyectos que en muchos casos parecen de ciencia ficción y se desarrollan en la Argentina.

-¿Qué lo motivó a seguir la carrera de físico?

Mi padre era un apasionado por la física. Era hijo de inmigrantes italianos y me decía que “como hijo de inmigrantes no tenía otra chance que ser médico o abogado para salir de una condición social precaria”. Eran las profesiones que los pobres inmigrantes deseaban para sus hijos, sin embargo, mi padre quería ser físico. En los tiempos libres, compartía conmigo su pasión por la astrofísica, me hacía pensar con preguntas sobre el origen del universo, qué son las estrellas, los sistemas solares, las distancias medidas en años luz, el concepto de infinito. Recuerdo que ya desde los 6 años, me hablaba de Galileo Galilei, de Isaac Newton, de Albert Einstein, de si Dios existía o no. Además de la influencia paterna, a los 14 años me enamoré de la física cuando estudiaba en la escuela secundaria.

-¿En qué consiste el grupo MEMS?

El grupo, que fundé junto a Alfredo Boselli, está en el Centro Atómico Constituyentes de la CNEA. Realiza tareas de investigación aplicada, desarrollo tecnológico y formación de recursos humanos en dispositivos microelectromecánicos (MEMS según sus siglas en inglés como se llama en EE.UU.) y sus aplicaciones. Esos dispositivos también se llaman microsistemas en Europa o micromáquinas en Japón. En la categoría MEMS entran muchas ramas de la microtecnología, ya sean sensores y actuadores, junto con el circuito electrónico de control. Por ejemplo, los MEMS mas difundidos son los acelerómetros de los autos y los dispositivos microinyectores de las impresoras. Hay MEMS inerciales, de microfluídica, biosensores y otros. En realidad actualmente toda necesidad de medir o accionar a la escala micro tiene casi seguro algún dispositivo MEMS ya desarrollado. Aún más, cuando uno trabaja con el mundo “nano” necesita un MEMS que traduzca lo que pasa a una escala tan pequeña y lo comunique al exterior.”

-¿Podría mencionar los proyectos que están implementando actualmente?

Uno de los proyectos que estamos llevando adelante consiste en desarrollar microsensores de gas que pueden ser utilizados para fabricar narices electrónicas (NE).

– ¿Narices electrónicas?

Sí, es un instrumento de olfato electrónico que permite registrar e identificar olores, a veces inaccesibles al olfato humano. Este dispositivo, fruto de un proyecto que estamos realizando en colaboración con el Laboratorio Italiano de Microelectrónica y de Microsistemas de Bologna, pretende imitar el funcionamiento de la nariz de los seres humanos, de los mamíferos, pero con una capacidad aún mayor. La parte mas sensible en la punta de la nariz, que está en contacto con los aromas y cuyo tamaño es de entre 100 y 300 nanometros, esta formada con una película delgada que contiene granos de óxido de estaño actuando como sensores que “huelen”. Cuando a la superficie de esta película se adhieren las moléculas de olor típicas de cada muestra, se genera una señal eléctrica específica que circula a través de “terminales nerviosas artificiales” y luego es interpretada por un software preparado para reconocer olores, que vendría a ser el equivalente del cerebro.

-¿Qué aplicaciones tendrían esas narices?

Se utilizan actualmente en una gran variedad de aplicaciones de determinación de olores y compuestos volátiles. Las aplicaciones más comunes están en procesos de la industria alimenticia y control de calidad, diagnóstico médico, monitoreo del medio ambiente, control de procesos industriales, desarrollo de fragancias y cosméticos, seguridad y toxicología, detección de narcóticos, sistemas de acondicionamiento de aire, entre otras.

Un proyecto que desarrollamos en la actualidad, cofinanciado por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (SeCyT), por la CNEA y por una empresa privada JPA SA, está orientado a crear una nariz portátil que mida el envejecimiento de “carne” de merluza, trabajo que despierta interés en varias pesquerías y supermercados.

– ¿Qué otros proyectos llevan a cabo en MEMS?

Desarrollamos aplicaciones de microtecnologías en el Plan Espacial Argentino. La idea es crear microinterruptores de radiofrecuencia para una nueva generación de antenas que volarían en satélites argentinos. Una tecnología similar está siendo testeada actualmente en la NASA. Si fabricamos dispositivos compuestos de estructuras nanométricas, seremos capaces de reducir no sólo el peso sino también el consumo de energía de satélites, sondas y lanzaderas.

-¿Realizan investigaciones en el área de la nanomedicina?

Sí, estamos desarrollando dos tipos de dispositivos, biosensores y nanopartículas transportadoras de medicamentos. En el caso de los biosensores, el objetivo es desarrollar sensores de enfermedades mediante el uso de nanocables. Este instrumento tiene nanoestructuras a las que se adhieren anticuerpos que pueden detectar enfermedades. Si se pone una gota de sangre en ese biosensor, generará una señal eléctrica cuya intensidad dependerá de la presencia o ausencia de algún virus o niveles de concentración de alguna proteína que revelen algún tipo de trastorno, por ejemplo, cáncer. Esa información será analizada por una computadora que velozmente podrá dar un diagnóstico. Empezamos hace tres meses con este proyecto y los resultados son alentadores.

-¿Y el proyecto de las nanopartículas que transportan drogas?

También está financiado por la SeCyT y consiste en desarrollar nanopartículas que liberen de forma controlada drogas en el organismo humano, por ejemplo, nanopartículas que al identificar células cancerígenas liberen fármacos que las destruyan con precisión, sin dañar al tejido sano adyacente al tumor.

-¿Es parte de su trabajo despertar el interés del sector estatal y privado para conseguir apoyo para este tipo de investigaciones?

Hace más de un año, en la Comisión Nacional de Energía Atómica comenzó a operar el Instituto de Nanociencia y Nanotecnologia, del cual soy coordinador. Una de mis tareas consiste en obtener fondos privados o de instituciones públicas que necesiten un desarrollo tecnológico en el área de la nano y microtecnologia.

-¿Hasta ahora cuál ha sido la respuesta del sector privado y del Estado?

Mi experiencia indica que el sector privado en el país, y a nivel mundial, es bastante miedoso y desconfiado. Aporta cuando ve que el Estado toma la iniciativa. Las instituciones públicas están a la vanguardia del desarrollo tecnológico, dado que tienen la visión de invertir a mediano y largo plazo, en cambio el sector privado, en general quiere ganar plata instantáneamente. Para dar un ejemplo, en Estados Unidos, la NASA o en Europa el Plan Espacial de la UE llevan la delantera y arrastran al sector privado para que no queden fuera del negocio.

-¿Diría usted que los que invierten en nanotecnologia tienen mucho que ganar?

Sí, porque se espera que la nanotecnología sea la próxima revolución industrial, transversal a todos los sectores industriales. Todos esos sectores se van a ver afectados por procesos innovadores nanotecnológicos o dispositivos nanotecnológicos que van a revolucionar la producción, las aplicaciones, los mercados. En todo el mundo hay una movida interesante. En nuestro país, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de la SeCyT e instituciones como la CNEA tomaron la iniciativa para aplicar programas que estimulan mediante financiamiento a las empresas y a los laboratorios que se asocian para trabajar en el campo de la nanotecnología. Se trata de acercar a los laboratorios con las empresas, al científico con el empresario, en definitiva, transferir el conocimiento nanotecnológico a los sectores productivos del país.

-¿En qué áreas de la nanotecnología Argentina tiene oportunidad de destacarse?

Hay un gran potencial en el país, hay una buena base en nanociencia en la Argentina, una buena calidad de formación científica, con lo cual se podrían generar muchas aplicaciones y productos. Estamos trabajando para que eso suceda. Nuestro gran desafío es que la excelencia en el ámbito de las nanociencias debe, finalmente, traducirse en productos y procesos comercialmente viables.