Para que un país crezca deben generarse proyectos educativos que den frutos a largo plazo, particularmente en el campo de las ciencias, donde despertar la vocación de los niños desde temprana edad y quitarles el miedo por disciplinas como la Física y la Química es fundamental para obtener futuros científicos.

(Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por María Cristina Chaler)

¿Cómo se despierta en los niños el amor o el interés por las ciencias?

En sus primeras etapas el niño posee un pensamiento concreto y necesita interactuar con la materia para aprender. La manipulación de objetos y el contacto con los mismos facilita su aprendizaje, favoreciendo el desarrollo de su pensamiento y permitiéndole asimilar el mundo que lo rodea. A medida que avanza en su evolución, el niño adquiere capacidades de abstracción, cuya base ya se ha formado a través del contacto con lo concreto.

Sabemos sumar porque alguna vez nos han hecho agrupar, agregar y contar; restamos porque sabemos lo que es perder o ceder parte de lo nuestro; dividimos porque en algún momento nos han hecho repartir lo que teníamos; y multiplicamos cuando queremos saber cuántas flores debemos comprar si deseamos colocar tres flores iguales en cinco jarrones.

El adulto tendrá mejor capacidad de abstracción, cuanto más trabajado haya estado su pensamiento concreto en las primeras etapas de su desarrollo, o sea, en los primeros niveles de la educación formal.

Tengamos en cuenta que el niño está en contacto con la Física y la Química desde sus primeros pasos. Cuando comienza a andar experimenta en sí mismo la caída de los cuerpos y prueba a estabilizar su propio equilibrio. Ya entonces percibe las fuerzas que lo rodean y la acción de la gravedad: levanta objetos sintiendo los distintos pesos, los apila, los hace rodar y los arroja al piso desde distintas alturas, arrastra juguetes y descubre la fuerza de rozamiento. También juega con agua y le encanta hacer mezclas, manipula materiales moldeables y trabaja tanto con arena húmeda como seca; mezcla sustancias y experimenta con los colores y le atrae enormemente el fuego. Así, investiga poco a poco el mundo de la física y la química que lo rodea.

¡El niño es un pequeño físico-químico!

Por naturaleza la Física y la Química nacen con el ser humano, ya que la evolución nos ha dejado en los genes rastros de experiencias anteriores. Los escarabajos en el desierto a determinadas horas se colocan en posiciones adecuadas de modo que el vapor de agua se condense en sus caparazones e inclinándose lo suficiente pueden beberla.

La enseñanza de las Ciencias a través de experimentos sencillos ideados desde las primeras etapas del aprendizaje formal resulta sumamente efectiva. Para dicho aprendizaje es ideal el laboratorio. No hace falta que sea muy sofisticado, necesitamos sólo un ámbito para generarlo, materiales caseros, ingenio y voluntad; inclusive los mismos alumnos pueden aportar materiales o fabricar sus propios sus propios equipos.

El contacto con los materiales de aprendizaje despierta en el niño el interés y la curiosidad por conocer más y por descubrir la causa de los fenómenos.

Nada mejor que hacer del laboratorio un lugar atractivo, con experimentos que despierten la curiosidad y sobre todo el asombro. No olvidemos que el pensamiento mágico es un atributo del niño, de modo que mezclas que cambian de color, juegos con imanes, experimentos con espejos, juegos de luces o electricidad, son buenos recursos.

Los experimentos deben ser simples, pues el niño desconoce lo que para nosotros es obvio, por lo tanto, la disolución de una sal para él será su desaparición, y las imágenes infinitas que se forman en dos espejos en paralelo le resultarán una sorpresa, así como la inversión de la imagen en un espejo cóncavo luego de atravesar el foco.

Para comprender al niño debemos intentar pensar como él y ser conscientes de que desconoce lo que nosotros ya sabemos, por experiencia o por estudio.

Las pruebas de magia, los cuentos fantásticos y los experimentos sorprendentes despertarán su curiosidad por conocer más. Esto despertará su vocación por el estudio de la Química y la Física. Querrá explicarse las causas de lo que sucede y así aprenderá a disfrutar de la ciencia y a perderle el miedo.

Para que esto resulte efectivo, la vocación debe ser en primer término patrimonio del docente, sólo así podrá transmitirla. Los docentes especializados en ciencias deben serlo por opción y no por obligación. Muchas veces el docente de escuela primaria debe dictar ciencias por mera obligación laboral, aunque quizás no es lo que más le interesa y hasta puede resultarle fastidioso.

La Especialización en Ciencias por opción hace que el docente transmita los conocimientos con placer, use correctamente el material de laboratorio y tenga la capacidad de generar estrategias de aprendizaje interesantes y sencillas, adecuadas a cada nivel de evolución.

Esta especialización debe ser lo bastante profunda como para que los doecntes puedan transmitir los conocimientos con una base académica sólida. Es necesario que el maestro ame a las ciencias para que el niño también lo haga. Se supone que el maestro que elige especializarse en ciencias tiene afinidad por ellas y, por lo tanto, sabrá transmitirlas con solidez. El alumno asimilará así con placer lo que se le transmita. En cambio, si el maestro dicta sus horas de ciencias como mera obligación, el niño captará el desinterés y por lo tanto también estará desinteresado.

Con respecto al docente en Curso, se le puede dar la opción de una sólida preparación en un posgrado académico especializado en Enseñanza de las Ciencias.

¿Cómo encaramos el aprendizaje de los contenidos?

Para enseñar los contenidos conceptuales se deben usar estrategias de resolución de situaciones problemáticas sencillas, que resulten de casos de la vida cotidiana. Por supuesto que a cada problema habrá que profundizarlo con el contenido teórico correspondiente, dándole forma y nombre a las leyes aplicadas.

Etapa Adolescente

En la etapa adolescente puede encararse el aprendizaje de las Ciencias continuando con el análisis de situaciones problemáticas variadas, profundizando los contenidos y ampliando las aplicaciones de las diferentes leyes. El aprendizaje de las Ciencias basado en la resolución de problemas es el que resulta más eficaz y seguro.

Nada mejor que plantearle al adolescente el desafió de resolver situaciones problemáticas complejas, ya que éste se encuentra en la etapa más idealista de su vida, en la que no sólo persigue utopías, sino que siente a nivel inconsciente que todo lo puede, por lo tanto, no permite que lo venza un problema y esta interesado en resolverlo.

Este tipo de aprendizaje prepara al adolescente para el estudio de las Ciencias y también para vivir, ya que el joven fortalece su autoestima al sentir que está capacitado para la resolución de esas situaciones. Si bien tendrá momentos de frustración, que deberá superar con esfuerzo, cuando logre cada éxito fortalecerá la seguridad en sí mismo y se sentirá cada vez más capaz.

El docente debe actuar como moderador de situaciones, apoyarlo permanentemente y alentar la resolución de los ejercicios dando las pautas necesarias, no resolviendo completamente la situación. Al alumno que presente mayores dificultades, debe alentarlo para que siga en su trabajo y dándole pautas de resolución.

Este tipo de proceso genera un sólido vínculo alumno-docente y, cuando se aplica, puedo asegurar por experiencia propia que despierta tanto interés en los alumnos que se quedan trabajando por propia voluntad aún en el recreo.

Para poder trabajar de esta manera en el ciclo de la enseñanza media es mucho mejor contar con un adolescente que no le tenga miedo a las ciencias y que esté familiarizado con ellas a través de una larga trayectoria previa de contacto con las mismas, desde el ciclo inicial y primario. El profesor de enseñanza primaria debe ser el pionero en la enseñanza de las Ciencias Exactas, el que despierte el interés y el que apague el temor por ellas.

Si preparamos a nuestros niños y adolescentes para el estudio de las Ciencias estamos invirtiendo en el futuro del país, porque despertaremos en muchos de ellos la vocación científica. Y un país con Ciencia es un país con Futuro.

María Cristina Chaler es Licenciada en Ciencias Químicas (UBA), egresada del Profesorado en Disciplinas Industriales (INSPT – UTN) y del Posgrado en Dirección y Administración de Instituciones Educativas, del Instituto Superior del Profesorado Joaquín V. González, con amplia experiencia en la creación de métodos rápidos de aprendizaje de las Ciencias Exactas (nivel Universitario y medio) y en la articulación de la enseñanza media y universitaria para el aprendizaje de Ciencias. Es también Maestra Normal Nacional, egresada de la Escuela Normal Superior Nº 3, Bernardino Rivadavia.